El tipo de cambio y la economía post pandemia

El tipo de cambio y la ecomomía post pandemia
Analistas consideran “un suicidio económico” una eventual devaluación, incluso gradual, como lo sugirió el FMI. Una modificación implicaría un alza de precios, un ajuste de las deudas en el sistema bancario y eso provocaría, en este contexto, una conmoción social.

por Fernando Chávez Virreira – Periodista

Un informe del FMI para la aprobación de un crédito de unos 327 millones de dólares para que Bolivia pueda combatir la pandemia de Covid-19, abrió el debate sobre  del tipo de cambio en el país.

“El personal técnico del FMI concuerda con la opinión de las autoridades sobre la necesidad de mantener la estabilidad del tipo de cambio durante la crisis, aunque considera que una transición gradual hacia una mayor flexibilidad del tipo de cambio a mediano plazo contribuiría a relajar las restricciones fiscales y aliviaría la presión sobre las reservas internacionales. Las estimaciones del personal técnico del FMI ubican el nivel sostenible a largo plazo del déficit fiscal general en torno al 3% del PIB, e indican que un régimen de tipo de cambio fijo exigiría un control presupuestario más estricto que uno flexible”, señala el informe del organismo.

El 30 de mayo, el Banco Central de Bolivia (BCB) ratificó su decisión de no modificar el  tipo de cambio y afirmó en un comunicado que “se mantiene invariable y es respaldado por el Ministro de Economía y Finanzas Públicas y el Ministro de Planificación del Desarrollo, quienes suscribieron el Programa Financiero 2020, indicando que la política cambiaria estará dirigida a anclar las expectativas y reforzar el proceso de estabilización de la inflación”.

El BCB destacó que la tendencia decreciente de las reservas internacionales que se observó desde 2015,  se ha detenido.

“En los primeros meses de 2020 las reservas se estabilizaron, debido a las medidas implementadas y a la confianza del público en la fortaleza de la moneda nacional, lo que se ha reflejado también en avances en la bolivianización, tanto de la cartera como de los depósitos”, dijo el ente emisor en su pronunciamiento.

Y agregó que las reservas se encuentran en niveles adecuados bajo diferentes parámetros internacionales y garantizan los pagos externos e internos en moneda extranjera que la población desee realizar.

Inflación

En esa línea, analistas bolivianos opinan que sería un “suicidio” modificar el tipo de cambio.

“En primer lugar, desmoronaría la bolivianización. En segundo lugar tendríamos una presión inflacionaria muy fuerte. Esta inflación haría perder el poder adquisitivo de todo el fondo de pensiones que la gente ha acumulado en las AFP, que superan los 19 mil millones de dólares”, dice el economista Alberto Bonadona.

Según su análisis, esa situación también afectaría a la banca y particularmente a la gente que se ha prestado en bolivianos y posiblemente de haber una devaluación, no sería nada raro que “se les ocurriría meter un corralito” porque no existe la suficiente cantidad de dinero que permita abastecer a toda la situación que eso pudiera generar.

“En conclusión, modificar el tipo de cambio sería un suicidio para la economía nacional”, dice Bonadona.

Según este economista, cuando se habla de que daría (una devaluación) mayor flexibilidad a la parte fiscal, lo que se está hablando en realidad es de “licuar las deudas”. Esto significa, dice, que las deudas que tiene el Estado, si hay una devaluación, van a subir los precios y por lo tanto va a poder pagar el Estado con menos dinero.

“Este es el poder que se llama en economía el señoriaje. O sea, gracias a que sube la inflación, se genera un impuesto hacia la población porque pierde poder adquisitivo, ese poder adquisitivo que pierde la población lo gana el Estado, porque va a pagar deudas con menor cantidad de dinero”.

Para el analista Napoleón Pacheco, la recomendación del FMI es correcta. “No se puede mantener indefinidamente un tipo de cambio inflexible, fijo, con un déficit fiscal que está llegando al 9% del PIB, y con cuentas externas -por quinto año consecutivo- en rojo. Y además unas reservas que han caído a un poco más de 3.000 millones de dólares”, explica.

Sin embargo, según Pacheco, la posición del Gobierno también es correcta porque en este contexto, en este año, y en el siguiente año, no se va a poder modificar el tipo de cambio.

“Una modificación implicaría un alza de precios, un ajuste de las deudas en el sistema bancario y eso provocaría en este contexto, una conmoción social. Más allá de los factores económicos, que ciertamente pesan, creo que el criterio político-social es el que está determinando que no se modifique el tipo de cambio”.

“En esta coyuntura de crisis sanitaria y crisis económica y crisis política, modificar el tipo de cambio sería un suicidio para el Gobierno. La posición de no modificar el tipo de cambio es correcta. Y de hecho será una decisión que le corresponderá tomar al próximo gobierno, en un nuevo contexto”, sostiene.

Bolivia mantiene este tipo de cambio desde 2011. “Esto tiene funestas consecuencias; un tipo de cambio fijo por tanto tiempo implica disponer de un dólar barato que favorece las importaciones, importaciones que desplazan la producción nacional”, explica Pacheco.

Para el analista económico Jaime Dunn no hay que tocar el tipo de cambio. “En una economía como la de Bolivia, cualquier devaluación tiene un impacto en la inflación, no tiene sentido tratar de ganar mercado y exportar más tocando en tipo de cambio”, opina.

Dunn sostiene que existe la creencia de que haciendo una devaluación del boliviano las exportaciones van a ser más baratas y que el país exportará más. “Traes inversión extranjera y la economía crece y todos vivimos felices. Sin embargo, eso es cierto en países altamente desarrollados que producen y exportan muchos bienes y servicios, que no es el caso de Bolivia”.

“En el área de la manufactura, todo lo que exportamos tiene materia prima o insumos que importamos. Cuando hay una devaluación las exportaciones son más baratas, pero las importaciones mucho más caras. Eso lo que genera es que haces una devaluación y a las pocas semanas o un mes empieza a trepar la inflación”, agrega.

Cerca del 70% de lo que exporta Bolivia, soya, gas y minerales, se cotiza en dólares en mercados internacionales.  “Si devaluamos la moneda, no es que el gas que le vendemos a Brasil será más barato para los brasileños, van a seguir pagando el mismo precio. No tiene ningún sentido en esta economía el tratar de resolver los problemas devaluando, porque tiene una estructura donde más bien la devaluación es un problema y no una ventaja”, dice Dunn.

 

La economía post pandemia

Mitsuhiro Furusawa, subdirector gerente y gresidente interino del FMI, dijo en abril que la pandemia de la Covid-19 tendrá un severo impacto en Bolivia.

“El costo económico será sustancial, ya que la combinación de precios mundiales de energía más bajos, cuarentenas domésticas y una interrupción repentina en las entradas de capital conduce a reducciones bruscas en las exportaciones, la producción y los ingresos fiscales”.

Según el FMI, la pandemia tendrá un impacto sustancial sobre la economía de Bolivia: restringirá el producto interno, reducirá la demanda de exportaciones, disminuirá el precio de sus principales exportaciones, limitará los flujos de financiamiento externo, provocará una caída de la recaudación fiscal y aumentará el gasto en salud pública y asistencia social. Se calcula que el impacto neto generará una brecha de financiamiento externo del 1,9% del PIB.

El FMI proyecta que las exportaciones totales de 2020 serán un 1,5% del PIB más bajas de lo que se había previsto en el escenario base anterior al brote de Covid-19, y prevé una reducción de las importaciones netas, a raíz del deterioro de la demanda interna privada.

Bonadona considera que “aunque ya veníamos con una desaceleración de la economía, esto se ve aumentado de manera inmediata. Es un paro forzoso, contundente. Entonces, la economía frena en seco y hay una caída de la producción, del comercio, tanto interno como externo. Este cierre de la economía sin duda ha tenido un impacto muy serio en el crecimiento del PIB”.

El analista calcula que el país sufrirá una caía del PIB de al menos el 5% en el 2020 y anticipa un 2021 también con cifras en rojo.

“Dada la situación que se presenta actualmente, vale decir, un Estado que no quiere gastar, un Estado que no presenta claramente lo que se tiene que pedir a los organismos internacionales y una falta de proyección, de un plan integrador de los problemas, con una visión a futuro de impulsar el desarrollo, vamos a tener al menos dos años muy terribles si es que no llegamos a tener otra década perdida como la que se tuvo en los años 80”, advierte.

Para Bonadona, en Bolivia el tema del empleo no es el más importante. La tasa de desempleo, que estaba cerca del 3,5% puede ser que suba a un 5%.

“El gran problema en el país no es esa tasa de desempleo, sino el gran descenso que va a haber en el ingreso y por lo tanto en el consumo de la gente; al caer este consumo lo que va a aumentar terriblemente es la pobreza. Y los niveles de pobreza, que iban descendiendo van a volver a los niveles de 2012 o 2013. Ese es el gran problema de Bolivia. La pobreza crecerá, lo que hace que suba la desnutrición y en consecuencia todo lo que viene”.

En la evaluación de Napoleón Pacheco, “el panorama es muy complicado”. Es cierto, dice, que todos los países van a experimentar un decrecimiento, unos en mayor magnitud que otros. Pero en el caso de Bolivia el problema es más agudo porque a los efectos de la crisis mundial se agrega la caída en los precios de las materias primas, principalmente del gas natural, que se ha recuperado un poco en base a precio del petróleo, pero de ninguna manera está cerca de los 50 dólares, que es con el que se calculó. Entonces, ese es un efecto adicional sobre la economía boliviana.

Y además hay otro efecto que tiene que ver con la retracción de las remesas. “El desempleo en EEUU y Europa es alto, eso implica que muchos bolivianos que están trabajando en el exterior están cesantes, y por lo tanto han dejado de enviar remesas o han bajado muchísimo. Las remesas bordeaban los 1.000 millones de dólares al año y aunque no tenemos el dato aún, van a bajar”, dice Pacheco.

“Este es un elemento importante porque retrae el consumo porque la mayoría de la gente que recibía remesas de sus parientes empleaban esos recursos en consumo, pagar facturas de luz, agua, colegios, alimentación”, explica el economista.

Si bien es una situación extremadamente complicada, es mucho más para una economía como la nuestra, tan dependiente del comercio exterior.

“El Gobierno ha tomado medidas en la dirección adecuada, pero lo ha hecho de manera reactiva.  Hasta el día de hoy no tenemos un plan, una hoja de ruta que diga por dónde va a ir el país. Una hoja de ruta que establezca estimaciones de cuánto se necesita el país para enfrentar la crisis sanitaria, para enfrentar la crisis económica”, explica.

Ese plan permitiría negociar con los organismos financieros internacionales montos de crédito mayores. Porque hasta ahora lo que han recibido, un poco más de 320 millones de dólares de la CAF, son recursos que se han utilizado para pagar bonos, una salida de emergencia. Lo que el país necesita es una mirada un poco más larga que permita enfrentar adecuadamente el problema.

“Este gobierno no va a poder hacer mucho en ese sentido, pero tiene que sentar las bases, con una perspectiva de un plazo mayor, una negociación con los organismos multilaterales para un crédito mucho mayor y que además implique inclusive una disminución del servicio de la deuda externa. Cada año pagamos casi 800 millones de dólares. No se trata de plantear entrar en mora y no pagar el servicio de la deuda, pero sí una mora transitoria, una disminución mayor al 50% sería absolutamente necesaria y aliviaría la situación aflictiva de las finanzas del país. Pero no vemos todo eso”, dice Pacheco.

Ante esta situación incierta y sombría, Jaime Dunn propone tomar tres medidas para ayudar a los exportadores. Primero, una reforma tributaria en la que los exportadores paguen menos impuestos que el resto: Si se quiere abaratar productos hay que bajar los costos a las empresas.

Segundo, atraer inversión extranjera “a raudales y a como dé lugar” y, por último, un tipo de cambio fijo acompañado de un gasto en inversión pública “mucho más inteligente y eficiente”.

“Hay que hacer esas tres cosas. Lo que pasa es que en el país queremos todo a cambio de nada; es decir, mantenemos el tipo de cambio fijo, pero seguimos gastando como locos”, concluye Dunn.

Pese al panorama incierto, el FMI considera que la deuda del país es sostenible y existe una capacidad de pago adecuada a mediano plazo.

Sobre el tipo de cambio y la inflación, las autoridades económicas van en la línea de mantener la estabilidad de precios y, para lograrlo, la forma es mantener un tipo de cambio fijo.