Véndase el Illimani! ¡Subástese la Amazonia!
por Alberto Bonadona Cossío
Se puede eliminar, vender, rifar, o hacer lo que sea con las riquezas de los bolivianos. Mi idea con el título es que ahora quieren terminar con los fondos de pensiones. Me olvidé que tanto el Illimani como la Amazonia, aunque solo en parte, ya están concesionadas, regaladas, explotadas y con el destino fatal de ser desbaratadas. Mala comparación la mía, porque el MAS ya hizo esas barbaridades y suerte que le fracasó la Gestora de la Seguridad Social.
Sirva la comparación, no obstante, como un grito de rebeldía y prevención. Es vital preservar los fondos de pensiones administrados por las AFP frente a voces que se alzan para pedir que se devuelvan incluso hasta el 95% de los dineros de los afiliados.
Considero que los trabajadores no deben pagar las consecuencias de la pandemia y no deben acceder a los recursos que ahorraron para tener una pensión de jubilación, esos ahorros no pueden constituir un alivio temporal de las actuales estrecheces. Se me dirá que hay pensiones muy bajas y otras que año a año se reducen. Es cierto, pero tales circunstancias son más bien un llamado al robustecimiento del sistema no a su demolición.
Se puede alcanzar en las presentes circunstancias un sistema de pensiones financieramente más rentable, socialmente más equitativo, administrativamente más transparente y, principalmente, con una sólida cobertura de riesgo contra la inflación que amenaza a las pensiones. En realidad, es posible alcanzar estos propósitos, con una reforma consistente, bien pensada, sobre la base de criterios sociales y técnicos. Existe la suficiente experiencia y conocimiento acerca de cómo operan los sistemas de pensiones y lograr una maciza estructura del sistema de seguridad social de largo plazo (el que se encarga, precisamente, de administrar los pagos de jubilaciones).
He escuchado en diversos círculos, de diferentes ámbitos sociales, que nadie sabe dónde están los recursos que adminsitran las AFP, que han sido robados por los del MAS o que las AFP se los llevaron. Valga la pena aclarar, enfáticamente, que el sistema de AFP en Bolivia es el más seguro de los sistemas financieros que existe para respaldar dineros ajenos. Esto es dineros provenientes de los trabajadores que ganan una rentabilidad, la cual se suma a los aportes o cotizaciones mensuales y permite el pago de las pensiones.
Sin embargo, insisto, la rentabilidad puede ser mejorada, se pueden crear incentivos estatales para mejorar la jubilación, se puede reestructurar el fondo nacional solidario para alcanzar jubilaciones más equitativas, se debe fortalecer la supervisión del sistema (ahora en manos de la Autoridad de Pensiones y Seguros, una broma en materia de supervisión y preservación de los intereses de los afiliados jubilados y cotizantes y un apéndice del Ministerio de Economía, otra herencia del MAS).
Se debe recuperar el mantenimiento de valor de las pensiones que era parte fundamental de la anterior ley (1732) y eliminada en la actual ley 65. Los trabajadores no deben pagar las consecuencias de la pandemia. Ahora que gran parte de los aportantes enfrentan necesidades apremiantes, no es solución sacar el dinero del Sistema Integral de Pensiones; que tanto esfuerzo exigió a cada uno de los afiliados o asegurados.
Pandemia que dejó a muchos sin trabajo, sin negocio, sin demanda, sin capacidad de consumir y, en resumidas cuentas, al borde de la desesperación. Las penurias que la cuarentena rígida generó no pueden cubrirse con los fondos de los trabajadores administrados por las AFP. La súbita caída de toda la actividad económica que colocó a muchas personas en adversas condiciones debe ser solucionada con recursos estatales y el apoyo de la cooperación internacional.
Una cooperación que, en este momento, se abre a países en aprietos como Bolivia, con tasas de interés muy bajas. Es momento de aprovecharlas diseñando un plan de desarrollo económico que desacople a la economía de su tradicional patrón extractivista y depredador de suelos con monocultivos agresivos a suelos cuya vocación es muy distinta a la que se quiere mostrar como única salvación. (hablo, por cierto, principalmente, de la soya cuyo rendimiento transgénico se estancó hace años). Se dice que Perú y Chile ya decidieron utilizar los dineros de las AFP para aliviar a poblaciones en ruina por causa de la COVID19. Y no son buenos ejemplos. Bolivia tiene la posibilidad de hacer ambas cosas solucionar a las atribuladas familias y fortalecer su sistema de pensiones.
El Estado debe crear un fondo de desempleo para todos los que perdieron su negocio, su empleo, su fuente de ingreso. El Estado debe proteger los ahorros de los trabajadores y no permitir que se los malgaste.
Alberto Bonadona Cossío es economista.