Bolivia: los impactos sociales de la crisis se agudizan
por Huascar Salazar
A estas alturas del año es evidente que la mayor parte de las estimaciones que se hicieron sobre los efectos de la crisis sanitaria quedaron cortas. Los indicadores sociales están siendo particularmente afectados.
Si bien a principios de año la economía mundial estaba en un preocupante proceso de desaceleración, nadie se imaginaba lo que venía. La propagación del coronavirus y las medidas de contención sanitaria golpearon sobre esa frágil situación económica. Todas las proyecciones realizadas en los primeros meses del año fueron rebasadas por la envergadura de la crisis, que es ya considerada la más profunda del último siglo.
Bolivia no es la excepción. Los primeros meses de la pandemia afectaron de manera considerable a los niveles de producción y comercio. La cuarentena y el contexto internacional ralentizaron la dinámica económica del país. Sin embargo, los efectos sociales no fueron inmediatos: la pérdida de empleos fue gradual, el colapso de los servicios de salud se hizo evidente meses después, y poco a poco aumentan las condiciones que incrementan la situación de pobreza.
La tasa de desocupación del segundo trimestre de este año prácticamente se duplicó respecto al último trimestre del año pasado ‒cuando todavía no había pandemia‒, alcanzando un 8,64%. Por el otro lado, recientes estimaciones señalan que el nivel de pobreza en el país sigue en aumento y que alcanzará un 36,6% hasta final de año. Mientras que la pobreza extrema afectará a un 16,8% de la población.
La dimensión de la crisis
“La economía mundial experimentará su mayor caída desde la Segunda Guerra Mundial y el producto interno bruto (PIB) per cápita disminuirá en el 90% de los países, en un proceso sincrónico sin precedentes”, señala un reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
A mediados del pasado mes, el presidente interino del Banco Central de Bolivia, Guillermo Aponte, señaló que la economía nacional se contraería en 6,2% durante 2020. Este dato es peor al estimado por la CEPAL en julio de este año, que preveía una caída del 5,2% del PIB. Y per aún que el que fue presentado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en junio de este año, que señalaba que la caída de la producción bordearía el 5,9%.
“La pérdida de horas de trabajo en la primera mitad de 2020 ha sido mayor que la prevista”/Organización Internacional del Trabajo
Bolivia no había tenido un crecimiento negativo del PIB desde la década de los 80 del siglo pasado, cuando la crisis de la hiperinflación afectó al país.
Otros indicadores macroeconómicos que permiten dimensionar el alcance de la crisis son aquellos que tienen que ver con el comercio internacional. Si bien las medidas de confinamiento implicaron una caída abrupta de las exportaciones entre enero y abril de este año (más del 70%), desde el mes de junio se evidenció que este valor, si bien tuvo una leve mejoría, se estaría estabilizando en alrededor de los $US 550 millones de dólares, lo que significa una disminución de casi el 30% del valor total de las exportaciones que tenía el país a inicios de año.
Por otro lado, la particularidad de esta crisis que ha conllevado una política fiscal activa, presionó sobre el poco espacio fiscal que tenía el gobierno, lo que a su vez se tradujo en una tendencia creciente de la deuda externa, la cual alcanzó los $US 11.294 millones en mayo de este año.
La crisis económica es profunda y recién en estos meses, en los que se retorna a la “nueva normalidad”, se podrá dimensionar el verdadero alcance que tendrá hacia adelante. La contracción económica disminuirá los niveles de producción de la economía nacional y esto impactará negativamente en las condiciones sociales de la población boliviana.
La situación del empleo empeora cada vez más
Entre octubre y noviembre de 2019 la tasa de desocupación abierta alcanzaba un 4,83%. Para el primer trimestre de este año la tasa se incrementó hasta alcanzar 5,84%. El mes de marzo se había iniciado la cuarentena rígida en todo el territorio y con ello se produjeron los primeros despidos.
Sin embargo, la situación empeoró durante el segundo trimestre, aquellos meses en que la economía estuvo en gran medida detenida. En promedio, según datos del INE, durante este trimestre la tasa de desocupación llegó a ser de 8,64%, prácticamente el doble de la que existía al iniciarse el año. La situación empeoró gradualmente, varios negocios y empresas intentaron subsistir durante los primeros meses del confinamiento, pero al pasar el tiempo la situación se volvió insostenible para muchos.
Es por esto que el impacto en el nivel de empleo no fue abrupto. A diferencia de otros indicadores económicos ‒como los que refieren al comercio internacional, que ya tuvo una mejoría parcial luego de la cuarentena rígida‒, los indicadores de empleo aún no han llegado a su peor momento.
En realidad, el último mes del cual se tiene registro sobre nivel de empleo es el de julio ‒que corresponderá al tercer trimestre‒, durante este mes el desempleo abierto escaló hasta alcanzar 11,81%. Se espera que los meses de agosto y septiembre la tendencia se sostenga.
Pero la situación es mucho peor si se observa la “tasa de subocupación”. Para enero de este año esta tasa ‒que representa la relación de personas que trabajan menos de un umbral de 40 horas a la semana, desean trabajar y están disponibles‒ era de 4,82%, mientras que para el mes de julio la tasa ascendió casi 16 puntos porcentuales, hasta alcanzar el 18,74%.
En una sociedad como la boliviana, en la que no existe ningún tipo de apoyo estatal para quienes pierden su empleo, esto significa que cada vez más personas realizan algún tipo de actividad para generar ingresos ‒principalmente en el sector informal‒, aunque estos no son suficientes para cubrir sus necesidades.
Según la Organización Internacional del Trabajo, “se prevé que en el segundo trimestre de 2020 se pierda en todo el mundo el 14 por ciento de las horas de trabajo (equiparable a 400 millones de empleos a tiempo completo), y que las mayores pérdidas se registren en las Américas, a razón del 18,3 por ciento”.
La pobreza en aumento
Según recientes estimaciones realizadas por la CEPAL, la pobreza en América Latina se incrementará de un 30,2% en 2019 a un 37,3% en 2020. Mientras que la pobreza extrema pasará de un 11% en 2019 a 15,5% en 2020.
En el caso concreto de Bolivia, este organismo estima que la pobreza pasará de 32,3% en 2019 a 36,1% durante el presente año. Esto significa que la población en situación de pobreza se incrementará de 3,7 millones en 2019 a 4,2 millones en 2020. En otras palabras, medio millón de personas en el país ingresarán al umbral de pobreza hasta finales de año, como consecuencia de la crisis en curso.
En el caso de la pobreza extrema, esta pasará de 14,3% en 2019 a 16,8% en 2020. Este aumento, en términos absolutos, representa que más de 300 mil personas pasarán a engrosar al sector de pobreza extrema.
Crisis: el impacto desproporcionado sobre las mujeres
“La crisis derivada de la pandemia tiene un impacto desproporcionado sobre las mujeres: sobrecarga de trabajo no remunerado, aumento de la pobreza y precariedad laboral, acceso limitado a los servicios públicos y financiamiento insuficiente para las políticas de igualdad de género. Además, las mujeres están en la primera línea de respuesta a la crisis sanitaria y se encuentran expuestas a mayores riesgos de infección, ya que representan el 72,6% de las personas ocupadas en el sector de la salud en la región”, según el reciente informe de la CEPAL.
En el caso de Bolivia llama la atención cómo la crisis está afectando principalmente a mujeres, si bien la tasa de desocupación abierta presenta cifras similares entre hombres y mujeres; en el caso de la tasa de subocupación, las mujeres son las más afectadas. Esto a razón de que el 20,58% de ellas está en esta situación, poco más de tres puntos porcentuales que en el caso de los hombres.