EL DIOS DE LA OPORTUNIDAD FRENTE A LA OBSTINACIÓN IDEOLÓGICA Y LA RIGIDEZ DOGMÁTICA

Tengo un buen y cercano amigo que habitualmente habla de un principio referido a la oportunidad de realizar un acto económico. Incluso se atreve a decir que formalizado puede ser perfectamente una excelente teoría económica. Ciertamente hay un serio contenido económico en este pensamiento (inclusive podría ampliarse a todo comportamiento humano). Se trata de tomar en cuenta qué hacer en el tiempo apropiado, aprovechar la ocasión, el momento más conveniente; es decir, asumir la decisión acertada cuando el instante favorable se presenta porque su naturaleza es efímera.

A mi querido amigo le gusta leer, pero no creo que en sus lecturas se haya encontrado con Kairós; el dios griego de la oportunidad, y por eso debo dar crédito a su originalidad. Wikipedia dice que Kairós es “la personificación de la Ocasión”, así con mayúscula. La explicación enciclopédica añade que “Kairós representa la oportunidad y trae las cosas en el momento adecuado de la manera más conveniente, incluso si es en el último segundo. Cuando surge el momento de la oportunidad, se vuelve imparable y tan poderoso que ni siquiera Zeus, el más fuerte de los dioses, puede detenerlo”.

Lo que mi buen amigo piensa y la descripción del dios griego son increíblemente similares. Ambas concepciones, una cerebral, la otra mitológica, me inspiran a pensar en la situación que Bolivia vive y en lo que vivió en los veinte anteriores años. Las oportunidades que se tuvieron para impulsar el desarrollo económico y social de este país fueron numerosas, aunque desaprovechadas en diversas ocasiones en las que Kairós asomó la cabeza en el destino nacional y aquí, en este país, en esta economía no se quiso ni mirarla.

Cerca de 60.000 millones de dólares ingresaron en los últimos veinte años por las favorables exportaciones que no fueron sabiamente utilizados para impulsar el desarrollo del país. La más grande de las oportunidades perdidas. Parte fue a carreteras, es cierto, pero de diferentes calidades y con corrupción de por medio algunas parecen desechables. Otra abultada parte se destinó a la creación de empresas sin una visión integradora de desarrollo industrial y que ahora arrojan pérdidas; de 38 empresas públicas, de las que se tienen datos, tan solo 6 constituyen el 97% de las utilidades totales. El resto bien podrían desaparecer o no haber nacido.

Otra oportunidad perdida se refiere al oro. Se vende el oro en 2024 por la emergencia de obtener dólares. Si esta venta se realizaba 8 ó 10 años antes y los dineros de esa venta se destinaba a la creación de un fondo de estabilización, que genere rentabilidad en los mercados financieros internacionales, es muy posible y altamente probable que el capital del fondo se habría mantenido y se tendría la rentabilidad para financiar la actual necesidad de dólares. 

Se devolvió un crédito con el FMI por el valor de 346,7 millones de dólares (equivalentes a 240.1 millones de DEG) más 24 millones por intereses, por razones dogmáticas e ideológicas, o si se quiere principistas. Ahora que estos dólares se necesitan, me pregunto si habrá el mínimo arrepentimiento por tal insensatez y por la pérdida de la oportunidad de utilizar esos recursos con sabiduría. 

Se devolvieron esos millones del crédito en 2020, pero, sin sonrojarse por los “principios” quebrantados, en 2021 Bolivia recibe del mismo organismo un monto equivalente a su cuota en el organismo multilateral de 230 DEG,  equivalentes a 326,4 millones de dólares. El objeto fue apoyar a todos los países miembros del organismo multilateral en la lucha contra la pandemia del COVID-19. De esta manera, para el gobierno boliviano, en un momento el FMI representa a Mefistófeles de las finanzas internacionales y en el otro a San Miguel Arcángel de los obsequios benignos. Lo cierto que en estas actitudes se exhibe desvarío, inconsecuencia a los declamados principios anti imperialistas, ceguera ante la oportunidad y un secante dogmatismo que impide ver las necesidades del pueblo boliviano; actuales y futuras.

En el mismo momento de la gran entrega de recursos del FMI a todos los países miembros con característica excepcionales; cero interés y sin plazo para su devolución (en realidad un regalo), Bolivia no aprovechó la oportunidad de obtener préstamos de países desarrollados que pudieron disponer de esos fondos para apoyar a un empobrecido país como Bolivia. Si a los países receptores se les entregó esos recursos sin costo alguno (interés cero y sin plazo de devolución) perfectamente podían haber considerado un apoyo a un país como Bolivia con un razonable interés. Ni se contempló la idea porque se afirmó, con una simpleza espeluznante, que los créditos del FMI son muy onerosos (aunque la tasa de interés fue y es de cero). Era el momento de prestarse de un país rico para enfrentar los problemas de balanza de pagos que se veía venir.

Hoy se ve también que la situación económica empeora a pasos agigantados. Aunque en condiciones no del todo favorables, se puede acudir al FMI. Es la oportunidad de hacerlo antes que la banca inicie una caída vertiginosa empujada por las condiciones de la economía en su conjunto, la mora aunque en aumento se encuentra en un porcentaje que no alcanza aún al 3%, la otorgación de créditos cae, pero se puede bajar el déficit fiscal con sacrificios que no se asemejan a los exigidos a otros países como al Ecuador o Argentina. El cierre de las empresas públicas ineficientes sería, tal vez, suficiente recorte para disminuir el déficit fiscal. No estamos tan mal como esos dos países de la región estuvieron hace no mucho tiempo. Incluso la pobreza no está en situaciones agudas como estuvo Argentina en diciembre del 2023; por encima del 50%. Bolivia no llega al 35%.

En el mundo político se me calificará de neoliberal, derechista y algo más. No me aproximo a esas calificaciones. Si medidas acertadas se tomaban a su debido tiempo, se podía haber hecho mucho en favor de la economía y sociedad bolivianas. Se perdieron muchas oportunidades y ahora, casi al borde de un desastre económico, solo queda asistir oportunamente al FMI, en condiciones no tan extremas que pueden hacer que las condicionalidades que generalmente exige esta institución no sean tan duras. Se debe añadir que el FMI fundamenta sus políticas en supuestos más monetarios que asentados en la esfera real. Salvo en el caso de Portugal, país que recibió el apoyo del Fondo y respondió con medidas que favorecieron el crecimiento de la producción y así sus disminución del déficit respecto al producto cayó por el aumento del denominador (el PIB) antes que ajustar a la población con medidas monetarias que exigen austeridad y grandes sacrificios.

Ahora, para no perder la oportunidad o la ocasión que dura un limitado tiempo, hay que oír a un dios: Kairós, y a mi incognito amigo que insiste en su principio económico, aún no formalizado teóricamente. Las repetidas pérdidas de las oportunidades, de las que mis colegas tienen múltiples ejemplos, más de las que yo mencionó aquí, deben inspirar a los actuales gobernantes a una seria y profunda reflexión para que opten por el camino a respuestas prácticas y no dogmáticas. Así, dejando de lado la obstinación de las consignas ideológicas, se aproveche este preciso momento para utilizar la ocasión que todavía está presente ¡Kairós los ilumine!