Controles informáticos y corrupción
La naturaleza humana no es necesariamente buena ni necesariamente mala. Los seres humanos pueden hacer grandes actos de compromiso que no condicen con la búsqueda incesante del interés personal y pueden alejarse de lo que en la economía fundamentalista de mercado se designa “racionalidad”. En el caso del compromiso las personas se guían por concepciones de solidaridad de grupo, familiar, o de un grado de consciencia que exige renunciar el interés personal en aras de los demás. No estoy hablando, por si acaso, de socialismo o santidad, me refiero a los compromisos que, por ejemplo, un voluntario puede asumir en casos de desastres, o de un empresario que sacrifica una ganancia porque su gremio puede exigirlo para el beneficio colectivo de su grupo.
Estas actitudes no se refieren a la simpatía que alguien muestra y que de alguna forma puede conducir a hacer algo bueno pero que en el fondo genera un bienestar personal. El compromiso genera sacrificios guiado por una convicción, supone renunciamiento al bienestar individual en aras de un colectivo superior. Se puede deducir, entonces, que si se lograse un compromiso en todos los miembros de una sociedad, la corrupción podría ser controlada. Esto, que puede ser un ideal, incluso una utopía, por supuesto, no se logrará en sociedades como las latinoamericanas (para no meternos con vecinos de otros continentes) o en particular en la sociedad boliviana.
Sin embargo, en países como este y en la época actual existen medios automatizados que lograrían poner corazas, especialmente, a la administración de bienes públicos. También funcionarían en lo privado que no es, precisamente, un dechado de transparencia.
Me circunscribo aquí a lo público porque es lo que afecta directa o indirectamente a gobernadores y gobernados de manera genérica y disminuye recursos a la colectividad.
El grado de desarrollo alcanzado en el manejo de datos, la informática, el internet como lo conocemos y como se está desarrollándose día a día, permitiría ejercer un derecho ciudadano a la transparencia, al manejo responsable, a la eficiencia, eficacia y rendición de cuentas a los que deben apegarse los recursos que temporalmente administran los gobernantes.
Hoy ya no es como era hace 20 años en que los procesos de adquisición debían hacerse manualmente, entre cuatro paredes y sujetas al favor político o al uso de información privilegiada. Hoy todo proceso de licitación, para bienes y servicios de todo tipo, las convocatorias, licitaciones y adjudicaciones pueden hacerse en línea, publicando cada paso que se da y, por lo tanto, de la manera más abierta y transparente posible. Esta es la forma para que no se espere en que, algún día, el sistema educativo o las prédicas de ser comprometidos ciudadanos conduzcan a norobar las arcas del Estado. Hoy se trata de colocar los controles cibernéticos para que controlen las tentaciones (tan humanas) de apropiarse de los recursos públicos a las que los gobernantes de esta u otra ya se encuentran expuestos.