Defensa incondicional del mercado y crisis internacional (2)
El camino de defensa incondicional del mercado como el más efectivo mecanismo de asignación de recursos y creador de racionalidad económica está lleno de grandes distorsiones y exageraciones que se aproximan al fanatismo. Esto es lo que veo en el panegírico de la libertad de mercado hecha por Armando Méndez en un reciente artículo que expone las sabias conclusiones de una reciente publicación de Carlos A. Buitrago Bruzzone titulado Intervencionismo Estatal y Crisis Financiera Mundial.
Para indilgar al Estado la culpabilidad de todos los males que continúa causando la crisis originada en 2007 en los Estados Unidos sólo se ve en el Estado un Leviatán que encarna el mal y absolutamente nada más. No se analizan las consecuencias que acarreó la eliminación de una gran parte de las regulaciones destinadas a moderar las exuberancias del mercado financiero que se instauraron después de la Gran Depresión de los años 30 y que perduraron hasta la década de 1980. Así, entre otras medidas, se promulgó la ley denominada Gran-St. Germain de 1982 que fue calificada por Ronald Reagan como “el primer paso del exhaustivo programa de desregulación financiera” de su gobierno. Buscaba subsanar, en primer lugar, a la industria de ahorro y crédito inmobiliario en manos de banqueros que aprovecharon innumerables ventajas que asimétricamente el mercado les otorgaba. Ciertamente las acciones iniciadas por Busch vinieron a ayudar a la profundización del riesgo moral de estas instituciones y de sus deudores. Una santa alianza del Estado con la banca sellada con la mencionada ley no saco del atolladero a esta última y acabó hundiéndola más.
En la crisis iniciada en 2007 que hasta ahora afecta a Estados Unidos y Europa, es por demás curioso observar cómo posiciones en extremo conservadoras quieren ver la mano del Estado como la culpable del desastre económico y financiero que actualmente viven esas economías. Parecería que tanto empresas como individuos han caído presas de la vorágine estatal, la misma que habría sido la causa fundamental para que los mercados de pronto perdieran la mágica brújula que los conduce al permanente equilibrio. Robert Schiller, uno de los economistas que previno la crisis, se refirió a la falta de racionalidad de los agentes económicos como una de las fuerzas que impulsó los desastres resultantes de los excesos financieros característicos de la pasada década. Acertadamente señaló que la “exuberancia irracional” que predomina en las bolsas de valores ha llegado a demostrar que los agentes económicos que actúan en el mercado son todo, menos racionales.
De acuerdo a economistas como Krugman y Stiglitz, la ausencia de una efectiva regulación (o ausencia de esta) particularmente en el mercado financiero estadounidense permitió la proliferación de esquemas piramidales (conocidos también como esquemas Ponzi) que condujeron a cientos de miles de personas a perder millones. Por cierto, los que estuvieron en la cima de las pirámides obtuvieron jugosas ganancias y las atribuyeron a los beneficios del mercado irregulado. La crisis internacional es más que el resultado de las desacertadas políticas estatales. Un mercado perfecto, como en el que creen Méndez y Buitrago, no es la solución mágica para la crisis internacional. Sólo queda esperar que las conclusiones que sacan para la economía estadounidense no las quieran aplicar a una economía atrasada como la boliviana.