Economía pobre con reservas en medio de la angustia

Me parece tan natural que en Bolivia solo se prevea el desastre que ahora que caen los precios de los hidrocarburos solo se ve el lado más feo de la economía. Claro, es una economía que, por lo general, nos dio de coletazos y ahora qué más podríamos esperar. Sin embargo, las condiciones en que la caída de los precios de las materias primas nos encuentra hoy no han sido nunca mejores.

Hay que partir de la constatación que no existe blindaje para esta economía ni para ninguna otra. En una economía internacionalizada, que incorpora a todos los países del mundo, la condición de blindaje no es privilegio de ninguna y lo que les ocurre a los grandes inexorablemente perturba a los más pequeños.

Los precios internacionales del petróleo iniciaron su caída desde mediados del año pasado y, como nunca, todos se han puesto a mirar cómo se mueve ese mercado. Esto genera un beneficio adicional (externalidad positiva, dirán los economistas): ahora los bolivianos pueden constatar cuánto del auge vivido -prolongado y venturoso periodo- dependió del mercado internacional, así como ahora verifiquen cómo los alicaídos precios perturban la economía nacional.

Se debe subrayar, no obstante, que el presupuesto general del Estado para 2015 es excepcionalmente previsor. Introduce deliberadamente un gran gasto estatal que podría morigerar el impacto negativo que se engendra en el mercado internacional. Es cierto que los niveles de inversión pública de los años anteriores han sido excepcionalmente elevados, pero, para 2015 se rompe todo récord y se presupuestan 6.179 millones de dólares (un 37% más que en 2014). Solo cabe esperar que se ejecute en proporciones más elevadas que los pasados años. Así, lo previsto del gasto estatal cumplirá su papel de compensar la caída en el valor de las exportaciones.

Bolivia, además, cuenta con una reserva internacional de divisas en montos con los que nunca contó. Bordea el 50% del valor monetario de la producción total nacional (PIB). Por lo tanto, es el mayor y mejor colchón que puede permitir mantener volúmenes de importaciones por mucho tiempo. Aparte está el gran ahorro de las gobernaciones, municipios y universidades que alcanza a 17,500 millones de Bolivianos. Compárese tal situación con la angustiosa época hiperinflacionaria de la UDP en la que para importar hasta lo esencial se recurría acostumbradamente al FMI. Hoy esta institución solo sirve a Bolivia para elogiar su economía e invitar a las autoridades a reuniones internacionales.

Otra comparación que también muestra mejores perspectivas en medio de condiciones internacionales poco favorables. En la gran crisis de los años 30 la caída de las economías industrializadas arrastró a toda América Latina en su vorágine de sobreproducción y quiebra. Bolivia vivió años de desesperación y la Guerra del Chaco fue una de sus consecuencias. La reciente crisis de 2008, que todavía no se compone para Europa y Estados Unidos apenas se recuperó en 2014, es comparable en muchas de las desventuras que desencadenó a la de los años 30. Pero no lo es cuando se observa particularmente a América del Sur y, característicamente, a Bolivia. Mientras el mundo industrializado pasó las de Caín, en esta parte del mundo se vendieron las especialidades de la región (materias primas) a precios exuberantes. Tal bonanza hizo que muchos de estos países acumulen reservas (Venezuela las dilapidó) y no sientan la crisis de los poderosos. En los 30 Bolivia cayó con la quiebra de Wall Street, en los 2000 se vio las derivaciones de la quiebra de esa bolsa desde un privilegiado palco.

No es que la caída del precio del petróleo no afectará a Bolivia; lo hará. Es que por una coyuntura particular, en la que Asia jugó un papel preponderante y a buenos precios se vendió gas a vecinos sedientos de este hidrocarburo, Bolivia cuenta con un gran colchón de reservas para amortiguar el golpe. Además a no olvidar que esta es una economía pequeña que soluciona sus problemas cuando tiene el estómago lleno. Tal condición es posible proteger en 2015 y el próximo año sin mayores preocupaciones, salvo aquellas que tengan que ver con cuán rápido gastamos las reservas.