Los derivados de la coca superados por lo sintético

Hace más de dos décadas conocí a un experto en el control de sustancias controladas. Originario de Canadá trabajaba para uno de los organismos de Naciones Unidas encargada de vigilar el tráfico de sustancias controladas y todo tipo de drogas ilegales. En esa entonces el mencionaba el peligro que podría significar la formación de carteles que ya se asomaban en otros países de la región y que, tarde o temprano, también llegarían al escenario boliviano. Advertía de la gran influencia en los medios políticos con una presencia altamente perniciosa para el conjunto de las sociedades latinoamericanas. Por supuesto, la advertencia se tornó una realidad con un cúmulo de consecuencias para gobernantes y gobernados.

Sin embargo, lo que más me intrigó del análisis que hacía ese experto fue que, si bien existía mucha gente que obtenía sus ingresos trabajando en la coca en Bolivia y mucha de la hoja producida se encaminaba (y se encamina) al tráfico de estupefacientes, llegaría el momento en que esa personas se quedarían sin trabajo y sin ingresos.

Este efecto sería causado, insistía, por la elaboración sintética de estupefacientes y narcóticos que pondrían los precios de la cocaína por los suelos y, finalmente, expulsada del mercado de drogas ilegales. Advertía, en consecuencia, de las implicancias que esta situación tendría para todos los países productores de coca.

En Bolivia ninguna de estas advertencias parecen haber recibido la debida atención. La Ley General de la Coca, aprobada en febrero pasado en el parlamento nacional por dos tercios, permitirá que más de doce mil TM de hoja de coca anualmente sean transformadas en cocaína. No obstante, el consumo interno de hoja de coca es mínimo como lo documenta Milenio en su último boletín con datos del INE.

Es curioso que a comienzos de este siglo pocas sustancias psicoactivas nuevas eran reconocidas la Oficina en Drogas y Crimen (UNODC, por sus siglas en inglés). The Economist señala que para 2008 reconoció 26, en 2014 llegó a 452.

La UNODC publicará este año un informe donde se espera reconocerá un total de 700 nuevas substancias. Ocurre que en el mundo entero se pueden desarrollar drogas sintéticas con una facilidad y en una variedad que igualan o superan las características psicoactivas de las que se podrían denominar ahora como “tradicionales” (cocaína, éxtasis, marihuana, heroína) y a precios en extremo bajos.

Una gran parte de estos nuevos productos no son, aún, clasificadas como ilegales. De 30 variedades de fentanil sólo 19 son sustancias controladas por la ley federal de los Estados Unidos, informa The Economist. El fentanil tiene una potencia superior entre 50 a 100 veces a la que posee la morfina. Un gramo de una de sus variedades, denominada carfentamil, puede convertirse en decenas de miles de dosis. Con tal concentración su transporte se puede hacer hasta por correspondencia o envuelto de otras sustancias legales. Sus bajos volúmenes acompañados de alta potencia las hacen altamente rentables. La DEA informó este año al Congreso de EE. UU. que un kilo de heroína cuesta en el mercado cerca de 6.000 dólares al por mayor y se revende en 80.000. El fentanil tan sólo cuesta 3.500 a 5.000 dólares el kilo y se puede convertir en 16 a 24 kilos que en las calles se venden en 1 millón seiscientos mil dólares.

Estas son las tendencias de las drogas sintéticas y es el futuro de la forma en que se desplazará al más importante derivado de la coca. Los efectos se sentirán en la economía boliviana no tanto por la disminución de su tráfico sino por su impacto en el empleo de miles de trabajadores dedicados al cultivo de coca.