Ombliguismo, precios del petróleo y fragilidad económica

Hace unos días graciosamente un amigo comentaba acerca del “ombliguismo” que asedia a los bolivianos. Lo definió como un estado que envuelve y aprisiona la mente de la población boliviana y hace ver al mundo girando al ritmo y alrededor de lo que se hace en este país. Así es difícil estar equivocado. Así las respuestas se las tiene en este territorio desde las épocas del Tahuantinsuyo. Así los bolivianos movemos al mundo y ¡mejor que el mundo se acomode a lo que aquí se hace!

Aunque todavía se exhibe una autoestima poco valorada, contradictoriamente, en el fondo de estos sentimientos de inferioridad nace un ombliguismo desmesurado que en el imaginario colectivo convierte a la debilidad en sobreestimación de las reales posibilidades y potencialidades de lo que esta sociedad y, particularmente, la economía de Bolivia, puede hacer. Ahora que los precios del petróleo se deslizan hacía la caída y dan abruptos saltos hacía la baja, el ombliguismo instala una coraza que hace suponer que esta economía está blindada. En realidad, oculta la gran fragilidad interna y, lo peor, la enclenque realidad de la economía nacional.

Es cierto, los precios del petróleo todavía fluctuarán y no amenazan con un jaque mate a los precios del gas atados a aquel hidrocarburo. Pero sí amenazan seriamente al futuro mediato de esta economía. Hay que entender que los precios altos a los que alcanzó el barril de petróleo (superiores a los 100 dólares) invitaron a grandes empresas petroleras a que desarrollen su inventiva y creen medios de producción para aprovechar el petróleo aprisionado en las rocas (shell gas o petróleo de esquisto). Las innovaciones para triturar esas rocas dieron fruto y aumentaron sensiblemente la oferta que, a su vez, hizo caer los precios.

 

De bordear los 100 dólares el barril (db) por un prolongado tiempo ahora este precio se asoma a los 80. Sin embargo, las empresas que trabajan en la producción de petróleo de esquisto (una piedra pizarra que envuelve ese líquido y también gas), particularmente en los Estados Unidos, tienen costos que van desde los 55 db hasta 90 db. Por lo tanto, hay muchas que con la baja del precio ya no son rentables y se retiran temporalmente de la producción. Las más productivas permanecen pero no soportarán una caída por debajo de 55 db. Circunstancia por cierto eventual que sólo instiga a lograr un empuje mayor al crecimiento de las fuerzas productivas para aumentar la productividad y bajar los costos de producción. Inexorablemente, en un previsible plazo, el precio del petróleo se colocará por debajo de esas cotas y así también seguirá afectando a la baja del precio del gas que Bolivia exporta a los países vecinos.

¿Podrá Bolivia generar o aprovechar las potencialidades en el sector de los hidrocarburos o, para enfrentar tal encrucijada también en otros sectores, como para superar esa inminente caída del principal producto de exportación y -aunque no lo queramos- de la economía boliviana? Por lo que se ve no hay un desarrollo poderoso de dos áreas que podrían contribuir a este desafío: el racional aprovechamiento de los bosques (70% del territorio nacional está cubierto por ellos) y la modernización de los servicios (gran parte del empleo informal se concentra en ellos). Dos sectores que pueden ser desarrollados, generar considerables fuentes de empleo y pagar mejores salarios. Su desarrollo exige técnicas abundantes en el uso de la fuerza de trabajo. No, cómo la industria o minería modernas que ahorran su uso y, además, despilfarran recursos valiosos en la compra de caras maquinarias que deben ser importadas para generar pocos empleos y grandes excedentes que benefician a pocos. Para enfrentar la penetrante realidad de los precios que rompe todo tipo de barreras, es necesario superar el ombliguismo y con humildad, sensatez y de vista al futuro tomar los rumbos que la nueva coyuntura apunta.