Salarios policiales

Cuando los rangos bajos de la policía piden aumento salarial, la reacción generalizada de la población es de repudio. Los comentarios negativos abundan y califican a toda la institución policial de ineficiente, los menos, y de corrupta, los más. No faltan los que bordean la negativa de un aumento salarial con una velada justificación de las prácticas corruptas al afirmar que con las coimas que cobran no necesitan de aumento alguno. En realidad el planteamiento debe ser a la inversa; mejores condiciones de trabajo, en términos salariales y de profesionalización, contribuirían a estructurar una mejor policía, más eficiente y, por supuesto, con menores grados de corrupción.

La larga lista de adquisiciones para la policía que el Ministro del Interior mencionó en una prolongada conferencia de prensa, están más dirigidas al mejoramiento del equipamiento que a las condiciones salariales y de profesionalización de los policías. Se suman los bonos que se distribuyen con pagos que se denominan “inversamente proporcionales”, esto es, recibe más el que menos gana. Si bien esta forma de distribuir los bonos adquiere una connotación de búsqueda de la equidad, no favorece a los efectivos más antiguos quienes no ven sensibles aumentos a sus retribuciones.

Por otra parte, mucho se insiste en los víveres que los uniformados de toda las fuerzas, armadas y policiales, reciben anualmente. Una dotación de quintales de arroz, azúcar y harina entregada dos veces al año se exhibe como remuneración. Tal forma de “retribución” evoca las épocas -en nada añoradas- de las pulperías de las minas que pertenecieron a los barones del estaño. Este tipo de retribución no es permitida en la legislación laboral pero para los uniformados hasta recibe la ocasional defensa de las tropas. Más les valdría a militares y policías recibir el valor de esos productos en dinero contante y sonante como parte de sus salarios que en especie. Al eliminar esta antigualla cuasi feudal de pagar por el trabajo su retribución efectiva subiría en la vida activa y pasiva de estas tropas.

No me cabe la menor duda de las precarias e indignas condiciones en las que los policías, de bajo y alto rango, ejecutan sus cotidianas labores. Si a eso se añade las bajas retribuciones de policías, cabos, sargento y suboficiales, obtenemos la circunstancia de protesta y reclamos que bordean la subordinación de uniformados que no tienen, por ley, este derecho. Argumentar que un aumento a sus esmirriados salarios presionará a mayor inflación es, por decir lo mínimo, ridículo frente a los variados gastos dispendiosos que el gobierno ha vuelto ya una costumbre en distintos actos protocolares y de adquisiciones innecesarias.

La necesidad de reformas estructurales en la institución policial va más allá de mejoras salariales. Estas son necesarias pero lo que puede contribuir a mejorar efectivamente a esta fuerza es contar con un eficiente sistema de tecnificación que profesionalice a la tropa y permita asensos en función de las capacidades y habilidades que cada uno desarrolle. La recuperación del prestigio personal e institucional de una fuerza que merece el respeto de la población para preservar el orden interno es una tarea que debe realizarse para el bien de toda la sociedad boliviana.