Se requiere un plan integral

 
Por Alberto Bonadona
 
Sólo mentes obstinadas afirman que los esfuerzos del gobierno para enfrentar la crisis epidémica no están bien encaminados. Sin embargo, corresponde la estructuración de un plan con una visión integral que una lo que requiere la lucha contra la epidemia y lo que demanda la economía, que se desploma. Plan, que hasta donde yo conozco, no existe. Las medidas están desarticuladas, sin una visión que muestre de dónde se parte y a dónde se quiere llegar en diferentes plazos: el de la emergencia, el plazo del día después, una visión de plazo intermedio y una de largo plazo. Los plazos colocan grandes apremios, cuesta adaptarse a tiempos que pisan los talones, además de una abrumadora realidad socioeconómica de un país pobre que, en momentos de crisis, se visibiliza de manera dramática.
 
Un breve diagnóstico de la economía, más allá de la cantaleta del déficit fiscal, se hace necesario. Hay que detectar los problemas heredados del manejo inconsistente y discrecional del gobierno del MAS que aprisionan el avance económico; proyectos incompletos que no sirven en absoluto y aquellos que, aunque pocos, pueden rescatarse en medio de esta crisis. Es necesario profundizar el análisis de los sectores que requieren respuestas inmediatas, que, por la desaceleración de la economía iniciada en 2014 y la cuarentena, se encuentran en graves problemas.
 
Están, por un lado, las unidades productivas, grandes, medianas y pequeñas, que deben disminuir su producción u obligadas a no vender pero, todas con obligaciones laborales pendientes, además de las financieras (aliviadas parcialmente con la prórroga de pagos de intereses). Por otro lado, se encuentran los trabajadores que esperan un salario, otros que no tienen empleo y los que no pueden generar un ingreso.
 
Este último incluye a profesionales y a los múltiples pequeños comerciantes, muchos de los cuales tampoco pagarán las pensiones escolares, lo que redundará en los ingresos de pequeñas y grandes unidades educativas. También están los que no pueden pagar un alquiler, cuya contraparte es el dueño de casa que vive de ese alquiler. Las situaciones particulares son enormes y complican el diagnóstico. No obstante, las soluciones deben dar amplia cobertura y ser muy prácticas en su ejecución.
 
La emergencia debe responder con unidades de terapia intensiva con el personal médico necesario (actualmente con serias deficiencias y que exige su preparación y certificación acelerada), hospitales (ya existentes o de campaña que pueden construirse rápidamente) dotados de equipos y materiales sanitarios que den la bioseguridad aconsejada.
Además, se requiere el desarrollo apresurado de aplicaciones informáticas que controlen las condiciones fisiológicas y de movimiento de las personas, como también informen a personas y familias de bonos a otorgarse, centros de abasto móviles (a crearse) y oportunidades de empleo y capacitación en el uso de transacciones móviles.
 
Este componente debe incluir la dotación de celulares inteligentes, como los ensamblados en Quipus. Otra respuesta debe centrarse en el desempleo del vendedor ambulante, del profesional independiente, del empresario grande y pequeño, e incluir al dueño de casa que no puede percibir el alquiler que le da de comer. Para estos se requiere una compensación de acuerdo al ingreso perdido y en relación a los compromisos que no se podrán pagar y sus consecuencias.
 
La crisis actual en su doble expresión, la sanitaria y la económica, exige se tomen acciones hoy para el día después de la crisis. La pobreza de la gran mayoría ciudadana visibilizada en la imposibilidad de pagos de los servicios, en la precariedad de las viviendas, en la ausencia de cuidados para sectores vulnerables (niños y ancianos) abre la posibilidad de crear empleos en el mejoramiento de unidades de salud, de las viviendas e infraestructura urbana, como en el desarrollo de fuentes no convencionales de generación de energía eléctrica.
 
Estos aspectos se vinculan a la visión del desarrollo de proyectos más ambiciosos del plazo intermedio y de plazos más largos. Se debe diseñar la paulatina disminución de la actual dependencia en el extractivismo y aprovechar los recursos naturales que Bolivia posee, desde la energía solar, pasando por el frío de zonas que ofrecen el clima adecuado a grandes servidores, hasta la riqueza agrícola natural que puede aprovechar nichos de ingresos elevados en países industrializados. Un plan integral y transparente hará que los recursos que se dispongan del Banco Central de Bolivia y de la cooperación internacional se usen eficientemente.
 
Alberto Bonadona Cossío es economista.