Derecha e Izquierda
Mi convencimiento acerca de la caducidad de las viejas visiones que impregnaban las confrontaciones del siglo pasado crece cada vez que oigo, leo, miro a los jóvenes de hoy en día. Hasta me parece que es una generación más inteligente que la que me tocó vivir. Lo cierto es que tienen más información a su alcance. Otro cantar es cómo la usan y cómo los usan los que la procesan. Hoy la tecnología cibernética utiliza medios que, en mi época, eran ciencia ficción y hoy están en la punta de los dedos. Más que eso, la información que las computadoras procesan se encuentra en las pupilas, la piel y sus reacciones, los gestos, los ademanes, incluso, los sentimientos.
Los algoritmos de la inteligencia artificial producen escalofríos por la forma en que pueden llegar a conocer a los seres humanos; más que uno mismo. Estos manejos han hecho grupos humanos que solo ven, leen y oyen solo aquello que quieren ver, leer y oír. Así, hay la más grande diversidad de agrupaciones que se fortalecen tan solo en lo que creen y quieren creer. Condición que tiende a separar más que contribuir a la convergencia. Y ¿Quiénes están más en estos diversos caminos? Principal y masivamente los jóvenes.
No obstante, en medio de esta amplia, creciente y divergente pluralidad, se presentan características comunes al interior de estos grupos que permite hablar de derecha e izquierda que hablé en mi columna en Página Siete del 29 de mayo.
Ambos grupos defienden la libertad. Sin embargo, no entienden lo mismo por libertad. La derecha la ve como el fundamento del derecho de propiedad y este subordina a los demás derechos. La propiedad privada es la piedra angular de esta derecha. Es una visión que no escarba en el origen de esa propiedad; asume el presente como la historia completa de lo que se posee y, consecuentemente, se deduce bien habida. Tampoco se intenta observar las consecuencias que puede tener la acumulación de propiedad por unos cuantos y que puede significar la negación a la propiedad a grandes masas humanas. Se supone que si estos no la consiguieron es porque no trabajaron lo suficiente como para merecerla.
La izquierda cree en la propiedad pero también en que se abran caminos a obtenerla. Está dispuesta a introducir límites a su acumulación desmedida que cierra su acceso a otros. Ve, por lo tanto, la apropiación de riquezas (en la forma de dinero, tierras, medios de producción, u otras formas) como un proceso histórico que exige el análisis de los medios utilizados en el pasado para negar el derecho a la propiedad a grandes masas de seres humanos. De esta manera, para esta izquierda de los jóvenes, los derechos de los seres humanos tienen un carácter de mayor universalidad y no existe una predominancia del derecho de propiedad. Los derechos humanos que defienden incluye otras libertades: la de expresión, la de elegir y ser elegido, la de asociación y otras libertades sociales que contribuyen a un desarrollo pleno del conjunto de seres con diferentes necesidades pero con el mismo derecho de alcanzar la vida que desean.
La derecha de los jóvenes, o el joven de derecha, cree que el que no trabaja es porque no quiere hacerlo o, simplemente, porque es un vago por naturaleza. Aquel que no tiene un empleo no lo obtiene por una fuerza casi genética (que le nace de las entrañas o de lo más profundo de su ADN) que le hace escoger la ociosidad. Hay un cierto atavismo que pesa en esta concepción muy propia de sociedades conservadoras como la boliviana.
La izquierda de los jóvenes, o el joven de izquierda considera al desempleado como alguien a quien no se le da la oportunidad para que pueda ganarse la vida y, por lo tanto, lo fuerza a vivir en los intersticios de una sociedad que no le genera oportunidades y debe contentarse de existir en sus márgenes. Asimismo, esta izquierda está dispuesta a reclamar por las mujeres que no son tratadas equitativamente, o que se las condena a tareas domésticas sin el uso de su inteligencia y sin remuneración alguna.
El tema da para más, sin duda.