EL PELO EN LA LECHE

Hace un par de días le dieron una excelente noticia a la UMSA; una cantidad de predios que ocupa o debe ocupar fueron finalmente regularizados. Una ley hizo posible ese cuasi milagro. No faltaron los colegas que, en vez de ver lo positivo de la acción, lo primero que dijeron fue que hay otros predios que están regados en distintos barrios de la ciudad que también se deben regularizar. Y así es en tantas cosas, grandes o nimias, hay que buscarle el detalle para no ver lo positivo.

O es el caso de buscar a algún personaje público simplemente por decir algo o porque, tal vez, no tienen algo más importante que hacer. Recuerdo hace un par de semanas al Ministro de Economía, Marcelo Montenegro, lo volvieron de un partido de oposición. Se dijo que era de otro partido y que se pasó al MAS. Lo extraño es que hace mucho tiempo ocupó un puesto de importancia en el Ministerio que ahora dirige. En la universidad se lo consideraba del MAS desde que yo recuerdo. Y digamos que hubiera pertenecido a otro partido, ahora está donde está. Grandes personajes en la historia cambiaron de lados como Churchill o Unamuno. Y su sello en la historia es celebre.

Y ahora que con el 6% de las utilidades de las entidades financieras se financiará un fondo, ya existente desde 2014, para no exigir una cuota inicial a las personas que poseerán su primera vivienda y, por lo tanto, con carácter social, se alzan voces de alarma para decir que se está poniendo en riesgo a la banca. Nótese que, además, se está hablando de un sector que en 2021 reportaron una utilidad de más de 221 millones de dólares y que en medio de la crisis de la pandemia en 2020 alcanzó una cifra record en sus utilidades. 

Un 6% de la referida suma de 221 millones, que es la alícuota que deberán entregar los bancos, tan solo llega a 13 millones de dólares. Nada significativo para un sector que, en Bolivia, capea las crisis como si éstas no existiesen. Incluyendo el fondo de garantías que se alimenta de sus utilidades y con un loable fin. 

Algo que haría verdaderamente extraordinario a ese fondo, sin embargo, es darle una proyección más amplia en la construcción de viviendas. A pesar de lo mal que ahora se ven las empresas públicas por su deficiente administración, me atrevo a sugerir que en Bolivia, como en su momento se hizo en Singapur, se debe impulsar una industria estatal de la vivienda. En ese país, la construcción de viviendas y una planificación urbana ejemplar, dotó de viviendas sociales a los más pobres, lo que no quiere decir casas de mala calidad o cajas de cartón. Así, se logró un efectivo apoyo al desarrollo de esa economía con una empresa estatal de vivienda gigantesca y de gran eficiencia.

No solo impulsó al sector vivienda, sino que contribuyó a industrias secundarias que la abastecen con los necesarios insumos. También apuntaló al sector financiero. Imagínese que el aporte del 6% de las utilidades bancarias retornen a la banca con una gran y cada vez mayor demanda de financiamiento, sería verdaderamente un gran impulso a la economía nacional. Por cierto, esto requiere pensar en grande y con una amplia visión de futuro.

Y no solamente eso, también requiere hacer de las empresas públicas cajas de transparencia y de honestidad. No lo creo imposible. No se nace corrupto. Solo una sociedad que no crea mayores y mejores industrias se hunde en la empleomanía, o la manía de buscar pegas en el aparato estatal. Y parece que esa es la única alternativa cuando no se desarrolla una variedad de actividades productivas que verdaderamente generen puestos de trabajo y de alta productividad.

Ya no es tiempo de mirar el pelo en la leche. Es tiempo que el gobierno se dé cuenta que oportunidades de desarrollo productivo están en sus manos y que el sector privado puede ser un buen socio. En este país que no contó con una revolución industrial, burguesa, la alianza Estado y sector privado podría realizar tareas que están ahí y se las debe aprovechar en sus reales dimensiones.