LA IMPORTANCIA DE LA DESIGUALDAD
La importancia de la desigualdad y las políticas públicas para reducirla, hacen parte del actual consenso alcanzado por los economistas tal como señala el sondeo de Geide-Stevenson y La Parra-Perez (2021). Este consenso en la profesión, coincide con la preocupación general por los niveles de desigualdad en varios países. El “Informe sobre la Desigualdad Global 2022”, elaborado por el World Inequality Lab, afirma que de toda la riqueza generada a nivel mundial desde mediados de los noventa, tan solo 2% fue a parar al 50% de la población mundial de menores ingresos.
Elevados niveles de desigualdad pueden desembocar en trágicos resultados desde lo social. En el libro: “Muertes por Desesperación y el Futuro del Capitalismo” (2020), los autores, el Premio Nobel Angus Deaton y Anne Case, documentan cómo los estadounidenses de raza blanca que no consiguieron un título universitario han sido el grupo poblacional que más ha visto incrementar su tasa de mortalidad, a causa de un número cada vez mayor de muertes por suicidios, abuso de sustancias y alcoholismo.
Este lamentable incremento de muertes son autoinfligidas, es decir, daños hacia uno mismo y muestran un claro descontento con la vida que uno lleva. La explicación de este fenómeno podría encontrarse en lo que el filósofo y profesor de la Universidad de Harvard Michael Sandel ha denominado: “La Tiranía del Mérito” (2020).
En su libro, Sandel demuestra cómo el ideal de una sociedad meritocrática ha penetrado profundamente el discurso y la psique de varios países, pero particularmente de Estados Unidos. En su tesis, la meritocracia es corrosiva del bien común, pues genera sentimientos de orgullo y soberbia entre los ganadores al hacerlos creer que sus logros son producto únicamente de sus méritos y, al mismo tiempo, genera sentimientos de humillación y resentimiento entre los perdedores que se responsabilizan enteramente por la falta de los mismos.
Así, en una sociedad con creciente desigualdad y en la que el ideal meritocrático responsabiliza a cada individuo por sus logros personales, quienes no logren lo suficiente para poder llevar una vida digna terminarán por culparse de ello, incidiendo en eventuales conductas autodestructivas como las documentadas por Case y Deaton.
He aquí la importancia moral de la desigualdad. Si reconocemos que buena parte de la vida que llevamos se debe a factores sobre los que no hicimos nada para merecer, como la familia en la que nacimos o nuestra dotación de talentos, cultivaríamos una actitud de humildad y un sentimiento de deuda hacia nuestra comunidad que nos llevaría a preocuparnos por evitar perversas desigualdades en la búsqueda del bien común.
Existen también otras dimensiones de la desigualdad. Desde una óptica cívica, la democracia requiere que sus ciudadanos deliberen sobre los aspectos de la vida que comparten en sociedad. Sería muy difícil entonces, coincidir con nuestros conciudadanos en espacios comunes de nuestros quehaceres si las distancias y los modos de vida que nos separan son enormes. Mucha desigualdad erosionaría la democracia.
La desigualdad también tiene dimensiones de eficiencia económica. Si las oportunidades están desigualmente distribuidas, los talentos disponibles en la sociedad y la innovación resultante del uso de ellos quedaría restringida.
Como puede notarse, el tema de la desigualdad abarca bastantes dominios e intereses. El nuevo consenso alcanzado en economía sobre su importancia, es un cambio destacable para la profesión. Cuando el mundo cambia, el conocimiento evoluciona y las instituciones intentan internalizarlo. Una muestra de ello es un reciente libro del Fondo Monetario Internacional sobre crecimiento inclusivo (How to Achieve Inclusive Growth, 2022).
* Rodrigo Gonzales Zuazo es economista