Un lunar en la producción de Bolivia
Es fácil llegar a conclusiones demasiado pesimistas al observar qué ocurre con los proyectos de desarrollo que ha generado este gobierno en sus 12 años de gestión. Si se empieza por el peor, como es la fundición de agregados de plomo y plata de Karachipampa, el resultado es pésimo; ahí no se produce nada. Si se observa la planta de urea de Bulo Bulo es posible que funcione pero se encuentra muy lejos de los mercados más importantes y los costos de transporte harán que su precio no sea del todo competitivo. En este caso, la peor amenaza no es la distancia porque, con suerte, los precios de la urea podrían elevarse y cubrir el costo del transporte.
La mayor amenaza que tiene es la de la provisión de su mayor insumo: el gas natural. Partiendo de las reservas estimadas oficialmente, para fines de 2013, próximas a los 10,45 trillones de pies cúbicos, dados los volúmenes de exportación a Brasil y Argentina, más el consumo interior, esas reservas están rondando los 7 trillones. Sin embargo, su utilización se incrementará de manera exponencial con la demanda de Bulo Bulo y las plantas termoeléctricas que son los grandes nuevos proyectos que se han iniciado y aumentarán aún más la demanda de gas. Los grandes proyectos hidroeléctricos están lejos de hacerse una realidad y Misicuni solo aumentará en 200 mil mega watts la generación de electricidad del país.
Otros proyectos, más pequeños sin duda, como Quipus y Cartonbol no pasan de ser ensamblador, el primero, y de pegamento y troquelado, el segundo. Sus insumos todos vienen del exterior y generan poquísimas fuentes de empleo.
Se coloca como gran avance tecnológico el teleférico de La Paz, el cual lo es, sin duda, aunque es más una gran atracción de turistas que un sistema de transporte masivo con regularidad (su mantenimiento le exige una semana anual de paralización del servicio) y tarifas que así lo determinen. Más aún, por mostrarlo como una acción del gobierno central no se hace el esfuerzo de coordinar su integración con el sistema del Puma Katari.
Se puede continuar hablando negativamente de otros proyectos gubernamentales porque la mayoría sufren de serios problemas. Sin embargo, buscando algo positivo encontré que la agricultura de la papa está mejorando. Esto responde a varios componentes que se inician en la década del 90 y han recibido un nuevo impulso en los últimos años. El rendimiento de toneladas por hectárea se encontraba en 5,04 en 1993, subió a 5,9 en 2002, superó las 6 en 2012 y se espera que en 2017 este rendimiento se haya mejorado aún más. Además hay que hacer notar que solo se importa el 5% de las papas que se consumen en el país. Estos avances se han debido a la ampliación del riego y a semillas mejoradas. Ahora se cosecha papa dos veces al año. Si bien es una mejora no se llega todavía a los promedios de rendimiento de los países vecinos.
Sin embargo, el sector agrícola se reduce al igual que el manufacturero, según datos del INE. En 1990 el sector agrícola aportaba el 15% del producto, para 2016 llegó a 9%. Si esta caída hubiera sido compensada por un crecimiento de la manufactura se podría pensar que se está en un proceso de industrialización alentador. No es así. El aporte al PIB de este sector ha caído del 15% en 1990 al 9% en 2016. A pesar de las declaraciones oficiales que se está en un amplio camino a la industrialización para alejarse del extractivismo, el sector que en el mismo período sí muestra crecimiento es el de extracción de hidrocarburos y minería que subió de 10% del PIB a 14%.
Así, lo que se está haciendo con la papa parece ser un lunar en todo el espectro de los componentes del PIB y que no tuvo nacimiento en este gobierno aunque si parece recibió un renovado impulso.