Hacia una economía basada en la ética

Promover un desarrollo integral

Imaginemos que cada vez que nos preguntan cómo estamos, la forma de responder sea indicar cuánto dinero tenemos en el banco. Sin lugar a dudas ésto daría información que, por lo general, las personas no compartimos con cualquier otra persona; pero además dice muy poco sobre como realmente nos encontramos, o sobre los problemas o alegrías por las que estamos pasando en ese momento. Sin embargo, ésta es la forma más generalizada de medir y de dar a conocer el nivel de desarrollo de un país, de una empresa y por consiguiente de una sociedad. 

Christian Felber, profesor de Economía y Negocios de la Universidad de Viena, es uno de los intelectuales que propone dejar de utilizar el PIB (Producto Interno Bruto) como el indicador principal del desarrollo de los países. Si el PIB de un país crece, esto no refleja si aspectos como la educación, la salud, las condiciones laborales, la desigualdad social o el respeto al medio ambiente, por citar algunos, hayan mejorado gracias a ese incremento del PIB. De hecho, en muchos casos el incremento del PIB puede ir en deterioro del medio ambiente, de la salud de la gente o de las condiciones laborales. 

Felber sugiere crear índices que no se basen en el PIB y que sirvan para medir mejor el cumplimiento de los fines principales de cualquier Estado. Es decir, índices que reflejen más adecuadamente el bienestar de toda su población. En este sentido, además de crear nuevos índices, propone un modelo económico basado en la ética, denominado la “Economía del Bien Común” (EBC) y fundamentado sobre la consigna: “el bienestar de todos los seres humanos y la de otros seres vivos valen lo mismo” (Felber 2015). 

Para Felber, la definición de “Bien común” no puede ser impuesta por ninguna instancia jerárquica, sino que debe ser definida democráticamente; siendo el soberano quien defina los valores y necesidades primordiales de las personas y de la naturaleza. 

De acuerdo con la teoría de la Economía del Bien Común, es preciso contar con indicadores basados en los valores que la sociedad defina, para así conocer el nivel de éxito que se esté consiguiendo en la búsqueda de alcanzar ese “bienestar común”. Este índice del Bien Común reemplazaría al PIB y daría una medición más real del desarrollo integral de cada país, dando a conocer cuánto la sociedad se acerca a alcanzar derechos y valores como ser: salud, educación, participación política, igualdad, justicia, ecosistemas sanos, desarrollo personal, y una gran variedad de indicadores que superan los 130. 

En la mayoría de las constituciones políticas de los países del mundo se señala que el objetivo supremo, tanto de un Estado democrático como de las actividades económicas que se desarrollan en él, deben orientarse a alcanzar el bien común. Sin embargo, la realidad demuestra que la búsqueda de beneficio económico individual termina siendo lo que prima. Esto demuestra la inversión de valores que se está dando en la sociedad. En vez de que el dinero, que en realidad es sólo un medio para obtener algo -sirva al bien común, que es el fin máximo de un Estado- se están invirtiendo éstos roles y se termina utilizando el bien común para conseguir más dinero. 

Es así que empresas y países miden el éxito obtenido según el incremento del capital y mediante el beneficio financiero obtenido, o mediante el PIB de la economía nacional, cuando en la práctica pueden estar destruyendo o dañando todos los valores sociales y ecológicos que poseen con tal de mejorar sus indicadores económicos, además de estar socavando la democracia, y violando la dignidad y los derechos de los seres humanos que les permiten funcionar. 

Es por esto que es más importante y relevante medir cuál es el aporte al bien común, en lugar de sólo conocer el balance contable de empresas y países. 

La creación del IBC (Índice del Bien Común)

“El dinero fue creado muchas veces y en muchos lugares. Su desarrollo no requirió grandes descubrimientos tecnológicos: fue una revolución puramente mental. Implicó la creación de una nueva realidad intersubjetiva que solo existe en la imaginación compartida de la gente. (…) En otras palabras, el dinero no es una realidad material; es un constructo psicológico. Funciona al convertir materia en mente. ” (Harari 2014)

Al igual que el dinero, los balances financieros son un instrumento más, que termina siendo totalmente artificial al momento de medir el bienestar de la población. Reflejan solamente el éxito financiero de una empresa o de una inversión. Así como se creó el PIB, se pueden crear índices más adecuados para medir el nivel de alcance hacia los valores que la sociedad persigue y establece como primordiales. 

Para un balance del bien común, según C. Felber, primero se deben desglosar los valores sobre los cuales se establece el bien común de una sociedad, como por ejemplo: dignidad, solidaridad, justicia, sostenibilidad, democracia; para luego medir en qué grado las empresas y los países contribuyen a alcanzar dichos valores, en su relación con los diferentes grupos de contacto con los que interactúa, como ser: proveedores, empleados, clientes, otras empresas, otros países, las generaciones futuras, otras especies y hasta el mismo planeta. 

En esa intersección entre valores y grupos de contacto se deben medir aspectos como las condiciones laborales, distribución de las ganancias, efectos ecológicos, etc. que serán  posteriormente puntuados, mediante una planilla validada por una auditoría externa a cargo de un auditor ético, equivalente al auditor financiero, quien establecerá la puntuación o el nivel ético de la empresa en puntos de “bien común”. Estos puntos van en un rango desde -1500 a 1000 puntos, tomando en cuenta que hechos como el trabajo infantil, o los estragos medioambientales, por ejemplo, sustraen puntos y otros hechos que vayan en favor del respeto de los valores establecidos, sumarán puntos.

Aplicaciones del IBC

Se puede utilizar esa puntuación para premiar a las empresas con un trato impositivo diferenciado; es decir menores impuestos, menores aranceles, y otros, para las empresas mejor puntuadas. Además, si se agrega ese indicador sobre los productos de las empresas, los consumidores conocerán el rendimiento ético que ofrecen los productos que adquieren así como el de las empresas que los fabrican. 

Es así que, si una empresa llegara a tener una notación de 1000 puntos, podría incluso no pagar ningún impuesto y gozaría del libre comercio sin restricciones. Pero, mientras más una empresa se aleje de ésta puntuación, mientras menos justa sea, tendría más limitaciones en el mercado, así como mayores impuestos. 

Para las licitaciones públicas, sólo deberían poder presentarse empresas con una valoración respetable, ya que de lo contrario estarían demostrando su incompatibilidad con la constitución, y se busca recompensar solamente a las empresas que más fielmente la respeten. 

Por increíble que para algunos esto pueda parecer, son cada vez más empresas las que eligen ser auditadas bajo estos criterios éticos. Esto es posible gracias a la Asociación Internacional para el Fomento de la Economía del Bien Común, con sede en Viena, y al movimiento de la Economía del Bien Común.  Movimiento de carácter socioeconómico y político, propuesto inicialmente por Christian Felber en 2010.    

A pesar del avance conseguido por ésta asociación, la política económica mundial sigue apoyando a empresas que no respetan la dignidad humana, la solidaridad, la cooperación ni la responsabilidad ecológica. 

Todo lo señalado respecto a la Economía del Bien Común en éste artículo, fue explicado por Christian Felber, en una entrevista realizada por Iñaki Gabilondo. En la misma Felber señala que al dejar en igualdad de condiciones a estos tipos de empresas se da una perversión de los derechos constitucionales, puesto que las empresas no-éticas pueden vender a precios menores ya que no cumplen con los principios fundamentales de los países; cuando debería buscarse que las empresas que más respeten los valores de la sociedad sean las que tengan más éxito, favoreciendo así un libre mercado que sí sea ético, social, solidario, ecológico, democrático y humano. 

Para Felber, un verdadero mercado liberal es aquel donde todos gozan de los mismos derechos, las mismas libertades y de las mismas oportunidades. Cosa que en la actual supuesta economía libre, no sucede. 

Felber indica también que es preciso limitar la desigualdad. Esto es posible hacerlo a través del establecimiento de un salario máximo, además del salario mínimo ya existente, y que ambos guarden una relación de 1 a 10. Es decir, que el salario máximo sea hasta diez veces el salario mínimo. De esa manera, al hacer variar uno de ellos el otro también sería modificado, guardando un nivel de desigualdad necesario, pero controlado. Se diferencia así del capitalismo, que puede generar una desigualdad ilimitada; la cual lleva a la concentración de poder, pérdida de la libertad y de la democracia. También se aleja del comunismo, que propone total igualdad económica pero conduce a una pérdida de motivación.  

Necesidad de una democracia más profunda

Es posible que esto no sea del agrado de aquellas personas que tienen un salario 100 o más veces superior al salario mínimo. Sin embargo, Felber señala que en una democracia se debe hacer lo que la mayoría apoya y en este caso se estaría hablando de más de un 90% de la población que no recibe dichos ingresos. Ésta situación se dá porque en la actualidad el 10% de la población es la que posee la mayor parte del dinero y del poder. De ahí la necesidad de implementar una democracia más profunda, la “Democracia Soberana”, así denominada por Felber, quién resalta la etimología de la palabra “soberano”, que viene del latín “superanus” y significa “el que tiene autoridad sobre los demás”. 

La democracia que conocemos actualmente no refleja ni respeta los valores buscados por la mayoría de la población. El establecimiento de una democracia más profunda es imprescindible. Es por eso que Felber menciona lo siguiente: “es necesario que más personas se adhieran al movimiento de la EBC y de la Democracia Soberana, ya que si somos pasivos, este cambio no se va a realizar”. Anticipándose a que muchas personas consideren dicho movimiento como utópico, se apoya también en el origen la de la palabra “utopía”, indicando que en griego, ésta hace referencia a “los lugares a los que todavía no hemos llegado”; siendo estos los lugares del mañana. 

Si hoy empezamos a compartir la visión a la que queremos llegar mañana, más personas pueden aportar para alcanzarla. 

Felber señala como ejemplos que en Islandia se dieron grandes pasos hacia una nueva democracia y que en Bután ya se cuenta con un índice que mide la felicidad nacional bruta, basado en 133 preguntas, siendo algunas de ellas:

  • ¿Cómo estás?
  • ¿Cómo estás de verdad?
  • ¿Cómo te llevas con tus vecinos?
  • ¿Cómo está la calidad del pasto, del bosque, de los peces en el río?
  • ¿Puedes tomar un baño en el río sin riesgo de salud?
  • ¿Puedes beber el agua del río sin riesgo de salud?
  • ¿Una siesta al día es posible? 

No es preciso copiar estas preguntas, pero sirven para inspirarse y componer los índices locales de calidad de vida que cada región definirá de acuerdo a sus prioridades y necesidades.

Felber agrega que en Alemania una encuesta reveló que la mayoría de la población está a favor de reemplazar la utilización del PIB por el índice FNB (Felicidad Nacional Bruta).

Un cambio de mentalidad en los diferentes niveles de la sociedad, es cada vez más necesario, puesto que la interrelación entre las superestructuras político-sociales refuerzan el comportamiento de los individuos, recompensando su actitud y su actuar ante las situaciones de desigualdad existentes. 

A pesar de que seguiremos teniendo las “sombras” del egoísmo, la ambición y otros aspectos negativos, ya no se los va a recompensar. Felber indica que la mayoría de los seres humanos no quieren ser tan ambiciosos, ni egoístas, como se nos hace pensar. Que debemos recompensar aquello en lo que la mayoría nos queremos convertir, mediante una democracia más profunda que premie los valores que permiten a la mayoría de la población vivir mejor. De esta manera estaremos más cerca de alcanzar mejores condiciones de vida y un mejor y mayor equilibrio entre desarrollo, bienestar social y medio ambiente. Por eso es que señala que “la Economía del Bien Común permite a los seres humanos ser como realmente queremos ser”. 

Debemos preguntarnos: “¿Qué sociedad buscamos para el futuro? ¿Es que acaso buscamos una sociedad en la que todos estamos unidos y todos participen y se beneficien de los avances tecnológicos sin tener en cuenta lo bien que lo estén haciendo en el mercado laboral, o buscamos una sociedad en la que vamos solamente unos cuantos hacia el progreso, pero a la vez dejamos a otra gente en el camino” (Benedikt 2017), sin opciones reales de una subsistencia digna?

Al abordar y dar a conocer la alternativa de la Economía del Bien Común pretendo contribuir con la divulgación de una de las propuestas existentes para modificar y mejorar otra de las creaciones humanas sobre la que hemos basado nuestra supervivencia: la economía. Para que tanto ésta como la humanidad encuentren otro sentido a su desarrollo. Resaltando que ambas dependen plenamente de la actitud y el comportamiento de la mayoría y que “si alguien logra ‘conocer’ una teoría sobre su propio comportamiento, ya no está sujeto a ella, sino que adquiere la libertad de desobedecer” (Howard 1971), y por lo tanto, de cambiar.  

Así también agregar que, si ponemos en práctica otra teoría simple pero frecuentemente olvidada, la teoría sobre “cómo encontrar tu propio camino” (Ashby 1956), seremos más capaces de dejar de adoptar y repetir tácitamente el mismo patrón de comportamiento y pensamiento de nuestro entorno, y así aportar con otras ideas que contribuyan al cambio y creación de políticas económicas más adecuadas al bien común. 

Está en nuestras manos encontrar nuestra manera de vivir mejor entre seres humanos y con todos los seres vivos del planeta. Mientras más pronto logremos esta transformación, mayor beneficio será para todos.

Referencias

Paul Watzlawick, John Weakland, Richard Fisch (1972). Change. Principles of Problem Formation and Problem Resolution (Cambio. Principios de formación de problemas y resolución de problemas), Éditions du Seuil, 1975.

Harari Yuval Noah (2014), De animales a dioses: Breve historia de la humanidad, Grupo Editorial Penguin Random House, 2018.

Carl Benedikt Frey (2019), The Technology Trap: Capital, Labor, and Power in the Age of Automation (La trampa tecnológica: capital, trabajo y poder en la era de la automatización), Princeton University Press, 2019.

«Los economistas son humanistas, necesitan muy pocas matemáticas», #EthicMagazine, Entrevista a Christian Felber, impulsor de la Economía del Bien Común (2019)

https://ethic.es/2019/01/christian-felber-economistas-humanistas/

PORTAL DE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL, DEL EMPRENDIMIENTO SOCIAL Y DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN, Concepto de la Economía del Bien Común.

http://www.economiasostenible.org/concepto-de-economia-del-bien-comun/#rse-pestanyas|0

Iñaki Gabilondo, entrevista a Christian Felber (2015)

https://www.youtube.com/watch?v=TSInPtbZhKY

Cuando ya no esté: Carl Benedikt Frey – La Cuarta Revolución Industrial (Parte 2/2) (2017)

https://www.youtube.com/watch?v=i-3jXbwDRhc