Industrialización latinoamericana
La industrialización de las economías más grandes de América Latina es un resultado combinado del avance del capitalismo como fuerza globalizadora y las políticas estatales de sustitución de importaciones que se iniciaron en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. Las pautas de sustitución se presentaron como una forma de liberación frente a las fuerzas imperialistas aunque en los hechos sirvieron de invitación a las mismas fuerzas que intentaron rechazar pero, a la vez, facilitaron desarrollos colaterales de capitalismo nativo.
Esta es la situación, por ejemplo, de Brasil donde radican subsidiarias de grandes empresas mundiales ya sea fabricando vehículos, aviones o integrando la junta de accionistas de Petrobras. Esta, sugestivamente, es una empresa creada a la luz del intervencionismo estatal sustitucionista que en la ola privatizadora que invadió Latinoamérica en los 90, se abrió a la participación accionaria internacional generando una nueva especie de empresa mixta. Otras empresas emergieron de la iniciativa pública, como las grandes fundiciones de acero, que a partir de Volta Redonda, permitieron la emergente industrialización del Brasil que actualmente exporta tanto refrigeradores como zapatos y hasta armas.
Lo cierto es que el proceso brasilero es un caso exitoso de la política de industrialización que asumió la sustitución de importaciones como uno de sus principales pilares. En sus rasgos elementales, si se observa con atención, se presenta también en la industrialización de la emergente China y otros países asiáticos. Otro tema absolutamente distinto, sin embargo, es el de liberación del imperialismo que, claramente, no se alcanzó. Aspecto que habla más a favor de la dinámica capitalista que de “la megalomanía latinoamericana” a la que se refiere Fernando Molina en Página Siete hace un par de semanas.
Lo que queda por dilucidar es ver sí el deterioro de los términos de intercambio (la relación negativa entre lo que se vende al exterior y lo que se le compra) -que en su interpretación teórica dio paso al planteamiento de la sustitución de importaciones- ha sido superado por la industrialización brasilera. Me temo que no del todo y no es por la “desfachatez” de “la región (que) está volviendo, a su tradicional papel de proveedora de materias primas” como apunta F. Molina.
Brasil y México son grandes exportadores de productos manufacturados con un apreciable componente de valor agregado. ¿Quiere decir que estas exportaciones vencieron el referido deterioro? La respuesta es un ambiguo sí y no. Lo vencen en los precios de los productos pero no en lo que implica el proceso de producción visto globalmente. Hay más de un proceso tecnológico diseñado en los países centrales que demanda elevados pagos por concepto de patentes y royalties. Y, por supuesto, están las grandes apropiaciones de las ganancias por los intereses transnacionales.
Por supuesto las realidades descritas no son las mismas que las vividas por economías pequeñas como Bolivia. En éstas prevalece el poderío del mercado internacional de las materias primas que ahora suben de precio con las respectivas bendiciones de este gigante monstruo.
En todas las economías latinoamericanas, y no solo en ellas, prevalecen los efectos de las políticas de expansión monetaria (quantitative easing, QE) asumida por los Estados unidos. Debido a ésta, las monedas latinoamericanas se sobrevaluan, se expanden las reservas en dólares internacionalmente depreciados y los latinoamericanos bien pueden ponerse a agradecer al imperio por así resarcirse éste de sus pérdidas.