¿Dónde está y de dónde viene el dinero?

Un tema que no puede faltar en las charlas, conferencias, declaraciones, bromas y comentarios acerca de los opinadores  que el ministro de economía, Luis Arce Catacora, realiza es la referencia al “segundo motorcito” que está empujando la economía boliviana. Es el motorcito de la demanda interna que acompaña a la demanda externa. Esto es, no sólo por la gracia de las exportaciones es que se vive un auge económico sino también por toda ventura derramada por la demanda interna. La semana que concluye lo oí una vez más en una conferencia que dictó en el paraninfo de la UMSA y su argumento sigue inconmovible.

El ministro concede una gran valoración a cómo ha crecido el consumo familiar y la inversión privada y pública en los últimos años para explicar el auge de la economía nacional y, por lo tanto, a cómo se debe explicar el crecimiento anual del PIB. Pero no apunta a lo fundamental puesto que evita señalar que estos aumentos son derivaciones de los valores exportados. Más aún, Luis Arce parece considerar que el gran portento tiene como principales causas a los bonos que el gobierno paga. Unos 350 millones de dólares pagados a cerca de un millón de beneficiarios. Nada que ver con la demanda derivada de los más de 10.000 millones de dólares de exportaciones que, asombrosamente al compararse con otros períodos de la historia económica boliviana, nunca ingreso tanto dinero a esta economía.

Que semejante monto de valores exportados sean excepcionales en los casi 200 años de vida independiente que Bolivia tiene y que año a año aumentan desde hace cerca una década, no merecen la mínima explicación  para exponer el cambio de nuestra economía. Tampoco merece una reflexión cómo ahora las casas y terrenos tienen precios más elevados debido  a que los ingresos del país como economía total reciben del gas y minerales que se venden a otros países. Que los albañiles hayan considerablemente mejorado sus salarios o los mineros de Huanuni tengan salarios promedio de 14.000 bolivianos y sean estas mejoras resultado del boom de la construcción que recibe grandes cantidades de dinero derivado de las exportaciones al igual que la minería, parecen explicarse por el ministro simplemente porque los viejitos, las madres puérperas y los escolinos reciben entre todos, en promedio, un millón de dólares diarios.

Mi buen amigo Roger Cortez, reflexionando a varios colegas acerca de cómo explicar la drástica reducción de la pobreza en los últimos años, sin que existan mayores explicaciones oficiales al respecto, apuntó al saneamiento de tierras, a la consecuente venta de ellas, a los buenos precios que comandan y, por supuesto, a quienes son los que las poseen y las están vendiendo. Así, no sólo que la pobreza se está disminuyendo sino que las ventas de tierras está dando paso a un flujo de dinero internamente que, por supuesto, impulsa la demanda interna.

Pero, la pregunta relevante es: ¿de dónde, en última instancia, emerge el dinero que hace posible que el ciudadano boliviano de bajos ingresos, propietario de tierras, pueda venderlas a buenos precios? No me cabe la menor duda que el origen es la demanda externa, esto es, los productos que se venden fuera del país.

La demanda interna indudablemente ha crecido y sigue creciendo pero la causa de su permanente aumento es el gran crecimiento de los precios internacionales que todavía goza esta economía. En buena hora que la demanda interna se ha fortalecido y que se reduzca la pobreza, pero no se puede explicar una situación tan compleja con argumentos ligeros. El dinero sigue viniendo de las exportaciones y ¡aleluya! está llegando a los más pobres. Que esta situación permanezca los próximos años ya es harina de otro costal.