¿Es de relevancia para Bolivia lo que hagan EE.UU. y Gran Bretaña?
Estos últimos años en Bolivia se ha desarrollado un sentido muy particular: se tiende a creer que todo el mundo mira lo que acontece en este país. Incluso se piensa que las grandes potencias están a la expectativa de lo que puede hacer o dejar de hacer el gobierno nacional. La simple y llana verdad es que somos una micra en el contexto internacional y menos aún en la economía internacionalizada. Lo que se decida en Bolivia acerca de políticas de producción de gas o de cualquier mineral puede ayudar a que se disponga más de uno u otros recursos, pero nada más. Lo que ocurre con los precios de las materias primas se define en el mercado internacional. Los definen las grandes corporaciones que utilizan o hacen utilizar hidrocarburos o deciden una forma de producción que incluya algunos de los minerales que se producen en la economía boliviana.
Esto es tan cierto como fue el auge económico que se compartió con el resto de las economías sudamericanas. Mientras duró el boom de precios de las materias primas, toda América del Sur tuvo recursos sobre abundantes. Ahora que ya pasó, estas economías han sufrido una recesión con pocas excepciones, entre las que se encuentra el crecimiento del PIB de Bolivia.
No por esta excepcionalidad se debe concluir que todo anda bien. Hay sectores que muestran serias restricciones y han decaído en su actividad productiva. Es el caso de la construcción de viviendas, el turismo y el comercio (formal e informal). No obstante, la inversión pública, particularmente del gobierno central, sigue vigorosa aunque crecientemente se tiene que acudir al crédito internacional. Es cierto, todavía se tienen robustas reservas internacionales, la tasa de endeudamiento respecto al PIB se muestra sostenible, la mora en los bancos es la más baja del continente. Estos son fuertes soportes para continuar con relativa normalidad.
Lo que no se ve con la claridad que la circunstancia exige es la producción de los nuevos proyectos (Litio, Bulo Bulo) menos aún la productividad de otros tantos (Papelbol y las otras bol), la necesaria transparencia que brilla por su ausencia en la más importante de las empresas nacionales (YPFB) y un gran problema que siempre es una amenaza a la economía boliviana: la falta de creación masiva de empleos productivos con salarios dignos.
Aparte de estas circunstancias, el riesgo que corre una economía como la boliviana, es que la estulticia de Trump y el desacierto del Brexit engendren un nuevo escenario de recesión mundial. Trump no es ni el más brillante de los gobernantes del mundo ni el más coherente. Ambos rasgos le dan, como nunca, un errático despliegue a ese gobierno acompañado de una espeluznante actuación en las políticas económica y exterior de EE. UU. El crecimiento de este país se acercará al 2% este año pero la especulación ha roto la barrera de 20.000 puntos en el Dow Jones (hoy se encuentra por encima de 22.000) con una tasa de crecimiento que muestra la exuberancia irracional que precede los desastres financieros.
El Brexit, por su parte, afectará no solo a Gran Bretaña sino también a la Unión Europea. Sin duda el país más golpeado de este evento será Inglaterra. Pero, no se olvide, se está hablando de la segunda región en importancia económica en el mundo. El Brexit traerá malos días a Europa y ellos se expandirán al mundo entero.
Bolivia no ha generado la capacidad interna de salvarse de los impactos externos y ahora se vislumbran en el horizonte dos grandes nubarrones para el mundo y para un pequeño país, Bolivia. Este, con todo el potencial que tiene, no emprende aún el camino que relativamente lo libere de los precios que se implantan en las latitudes imperiales.