TUS CLICKS SON UN NEGOCIO: LA AMENAZA DEL CAPITALISMO DIGITAL

Cuando el internet nació fue celebrado como una herramienta de conexión e intercambio de información, destinada a compartir y extender el conocimiento humano, acortar distancias, contribuir al desarrollo y continuamente ampliar la democracia. A medida que fue utilizado por más personas alrededor del mundo, se convirtió en el medio de intercambio comercial por excelencia.

El avance de las telecomunicaciones, la inteligencia artificial, el internet de las cosas y el procesamiento de datos, ha dado paso a un gigantesco almacenamiento de los mismos. Así, un nuevo tipo de negocio ha surgido; las empresas que almacenan datos, ahora los comercializan a elevados precios. De esta manera “cosechan donde no han cultivado”. El internet, aparte de sus innegables beneficios, se transformó y se seguirá transformando en una industria de explotación y expropiación de datos, en una creciente asimetría de información, que pone en desventaja a los generadores de los datos: los usuarios. Situación estrechamente ligada al mundo de la especulación financiera, donde las grandes corporaciones son los principales clientes y utilizan la información adquirida para influir subrepticiamente en el comportamiento de los consumidores. 

Al reducir el desarrollo al crecimiento económico, se reducen inmensamente los conceptos de desarrollo y de libertad. Amartya Sen (2000) afirma que: “El desarrollo debe verse como un proceso de expansión de las libertades reales y fundamentales… A pesar de que la opulencia mundial ha experimentado un aumento sin precedentes, el mundo contemporáneo niega libertades básicas a un inmenso número de personas…”, entre estos grupos vulnerables se encuentra la mayoría de la sociedad boliviana. Los derechos humanos van más allá de la garantía de la libertad económica y en esta época “la civilización informacional”, como la denomina Shoshana Zuboff (2019), ha transformado el capitalismo industrial a un capitalismo de “vigilancia” ubicua, permanente e imperceptible, exactamente como un caballo troyano en contra de la humanidad, vulnerando libertades y derechos fundamentales. 

El capitalismo sirve muy bien al propósito de generar riqueza económica, pero como indica Thomas Piketty (2015): “El capitalismo no debe consumirse crudo. Una economía de mercado abandonada a sí misma contiene en su seno poderosas fuerzas de divergencia, potencialmente amenazadoras para nuestras sociedades democráticas y para los valores de justicia social en que están basadas”.

De la misma manera Shoshana Zuboff (2019), en su libro “La era del capitalismo de la vigilancia” indica que estamos viviendo un fenómeno sin precedentes en la historia de la humanidad y como todo nuevo fenómeno aún no somos capaces de reconocerlo, ni identificarlo. Advierte sobre los más recientes usos del internet que convierten a las experiencias humanas diarias en los insumos de una nueva maquinaria de venta de tendencias de comportamiento e incluso de generación de conductas con el fin de alimentar el consumo de bienes y servicios y por consiguiente la especulación en los mercados financieros. Así también resalta que: “El capitalismo tiene que ser cocinado antes por la sociedad democrática y sus instituciones, si no, el capitalismo es antisocial”.

Las sociedades tardan en reconocer los efectos nocivos que están generando las nuevas tecnologías, peor, aún, tratándose de economías pobres. Es así que la formulación y aplicación de leyes y normas, no evitan que las nuevas tecnologías sean utilizadas indiscriminadamente por las empresas que almacenan y mercantilizan los datos. En los hechos, hackean a los seres humanos; los verdaderos originadores de los datos. Así, se conoce el comportamiento de las personas, sus necesidades, sus debilidades orgánicas y avanzan hacia un posible desarrollo de manipulación genética, sin limitaciones éticas y filosóficas. Las mismas favorecen y favorecerán aún más, exclusivamente a grandes corporaciones y grupos humanos privilegiados. Como sostiene Yuval Noah Harari (2017), respecto al internet: “La selección crítica de diseños alternativos de las webs no se llevó a cabo mediante un proceso político democrático, aunque implicase cuestiones políticas tradicionales como soberanía, fronteras, privacidad y seguridad”. Por su característica global internet se ha convertido en una “tierra de nadie”, sin leyes que resguarden la soberanía, las fronteras y la privacidad de las naciones y sus habitantes, representando un gran riesgo de seguridad mundial; esto ha permitido que las empresas definan la Web a su conveniencia y antojo.

La industria de los datos también modifica el entorno legal llevando aguas a su molino. Los usuarios deben aceptar un contrato extenso, de lenguaje técnico, abundante en “letra chica”, para acceder a los servicios prestados, conocidos como términos de uso. Este resulta en un contrato asimétrico, que impone obligaciones a los usuarios y libera a la empresa de toda responsabilidad sobre el uso y comercialización de los datos. Incurriendo en la degradación o inexistencia del estado de derecho y obligando a los usuarios a aceptar lo que las empresas impongan en él, pudiendo además modificar el contrato unilateralmente. Cómo lo señala Shoshana Zuboff (2019): “La empresa elaboradora de ese texto modelo quiere que el receptor del servicio quede automáticamente vinculado… Esa manera de actuar es una forma de expropiación privada, una confiscación unilateral de derechos sin consentimiento de la persona a la que se le confiscan”. 

La tecnología avanza más rápido que la legislación de cualquier país y en Bolivia aún no se cuenta con una ley específica sobre protección de datos personales. La visión de desarrollo, a partir de la prevaleciente visión economicista, se fundamenta principalmente en privilegiar el aumento de los ingresos económicos y excluye aspectos importantes, como un sinnúmero de libertades humanas. En apariencia, toda tecnología se utiliza con el fin de fortalecer la productividad de los países. De esta forma, abierta o encubiertamente, mediante la utilización desinformada e indiscriminada de plataformas informáticas, se niega la prevalencia de las libertades y derechos de los usuarios de las nuevas tecnologías. Estas llegan a la población mediante servicios Web y aplicaciones para teléfonos inteligentes, que, ingenuamente son adoptadas con buena fe y por los evidentes beneficios por el ciudadano común. Contar con una ley de protección de datos personales y digitales es menester, pero no es suficiente para contener al “capitalismo de la vigilancia”, que no entiende de fronteras. Será necesario combinar varias herramientas y mecanismos políticos, legales y sociales para contenerlo. Inicialmente la divulgación de ésta problemática, la comprensión de la situación y la toma de conciencia por parte de la población son necesarias. Prevenir las consecuencias negativas del capitalismo digital debería formar parte de las políticas de estado a ser implementadas. 

De no hacer lo necesario, las empresas seguirán utilizando e imponiendo mecanismos para apropiarse de los datos y comercializar con el “excedente conductual” (como Zuboff lo denomina), sin brindar ninguna remuneración, ni respeto a la privacidad de los usuarios, quienes son los generadores y verdaderos propietarios de dichos datos. Rompiendo así, entre otros derechos, con el derecho a percibir un salario por el trabajo o acción que permita generar ingresos a esas empresas. Situaciones que se agudizan en el caso de sociedades con altos niveles de desigualdad, como la boliviana. Es por eso que una ley de protección de datos, que proteja a las y los bolivianos de éstas y otras situaciones relacionadas, es vital para comenzar a equilibrar la utilización de las nuevas tecnologías y los derechos humanos de la población. Permitiendo a las y los ciudadanos ser agentes activos ante la posible arbitrariedad de entidades públicas o privadas, fomentando una cultura de protección de los datos personales y siendo las personas consideradas como titulares individuales de derechos, empoderadas por un contexto jurídico e institucional que fortalezca sus derechos y así obtener reparación por cualquier violación o abuso en el actual y futuro mundo digital. 

 

Autor:

Msc. Carlos Bonadona Vargas.

(Ingeniero de sistemas, con maestrías en telecomunicaciones y telemática, energías renovables y medio ambiente)

Bibliografía:

Yuval Noah Harari (2015), Homo Deus, Penguin Random House Grupo Editorial, 2017.

Amartya Sen (1999), Desarrollo y libertad, Editorial Planeta S.A., 2000.

Shoshana Zuboff (2019), La era del capitalismo de la vigilancia, Editorial Paidós, 2021.

Municipios digitales (2022), Guía de soluciones legislativas para la protección de datos personales, Asociación Aguayo e Internet Bolivia.org, 2022.