LOS DATOS QUE CADA UNO CREA

La época actual es la de la información y la comunicación. Es un tiempo histórico en el que se generan datos en una multiplicidad de formas. Una llamada del celular o el uso de una computadora genera datos. En las ciudades más modernas caminar o conducir un vehículo es también fuente de datos. Existen diversidad de medios para captarlos y procesarlos para convertirlos en información.

Son millones de datos que se recolectan en gigantescas computadoras a tal velocidad y en volúmenes tan grandes que no todos pueden ser procesados. Uno de los gigantes que los acumula es Google. Aplicación que nació como un “simple” buscador y ahora forma parte de la vida de casi todo ser humano que habita este planeta. Uno puede pensar que es uno que se une a Google, lo más exacto es que Google se conecta con todo aparato electrónico que tiene un chip que facilita esa conexión.

En esta época, existen cada vez mayor variedad de instrumentos y hay nuevos que se desarrollan para inmiscuirse en la vida de un aceleradamente creciente número de seres humanos. No solo es un celular o una PC, ahora son cámaras en tiendas o bancos, calles o lugares públicos de toda índole. Lo que en un momento se veía como ciencia ficción, hoy es realidad pura, simple y cada vez más ubicua.

No todos son conscientes de las implicaciones de tal omnipresencia y lo cierto es que tiene muchas; algunas inofensivas y muy útiles, otras de verdadero espionaje ya real o potencial. Unas se dirigen, por ejemplo, a advertir de un individuo no deseado en la puerta o ventana de un domicilio y hasta permitirá distinguir y registrar su rostro. Sobre el mismo principio de identificación se llega a identificar a todo individuo que camina por la calle y observar si hace un gesto obsceno al máximo líder del país. Esta situación puede llevar a la cárcel a quien se atrevió con tal agravio, como sucede en la China o servirá para identificar al criminal que atacó a un transeúnte en plena calle y reciba una penalidad, como sucede en muchas ciudades.

Ahora los datos ya procesados y sistematizados de acuerdo al cliente que los solicita comandan un precio. Pueden ser personajes de un gobierno, de un partido, o de una empresa y pueden utilizarse para influir en las preferencias políticas de los ciudadanos, modificar resultados de una elección, o el comportamiento de los consumidores para favorecer una marca u otra o a un banco llegar al que tiene dinero o le falta este. Lo cierto es que la información elaborada para detectar tendencias, preferencias o gustos es una mercancía altamente rentable.

Nadie puede dudar que en todo este flujo de información hay elementos que contribuyen al bienestar de los seres humanos. Es prácticamente imposible hoy en día vivir sin un celular y no solo por las trivialidades que contiene sino por la inmediata comunicación que logra, como también por la información rápida y oportuna que se tiene, literalmente, en la punta de los dedos. Pero, también, revela donde uno está, sus hábitos y hasta cuánto uno tiene en el banco; aspectos que abren puertas a la inseguridad personal.

En países como Bolivia, la tendencia es clara; utilizar los modernos aparatos para las mencionadas finalidades. En muchas situaciones, ya de manera rudimentaria o muy cercana al estado del arte, los datos sistematizados ya son objeto de comercio o de manipulación de resultados. Se puede seguir el camino que regule ese uso como en países como Alemania o Francia, para proteger la privacidad y la libertad individual. O dejar que todo continúe sin una preservación de los derechos fundamentales de las personas. Los datos personales en Bolivia, son, en gran parte, en extremo vulnerables y no existen las normas que eviten usos que amenacen la integridad de los ciudadanos, el pensamiento y decisión libre de cada individuo o el uso inadvertido de los datos que cada uno genera.