FIN DE UNA ESCENA: FUE POSIBLE CAMBIAR DEUDA CARA POR BARATA
He estado insistiendo persistentemente, y desde hace cerca un año, que el Estado boliviano intercambie deuda cara por barata. Aspecto que fue posible hasta el mes de enero. Febrero ya es demasiado tarde porque no da el tiempo para completar las negociaciones que ese intercambio necesita. La época de tasas de interés históricamente bajas y la disponibilidad de recursos millonarios internacionales ya dejó caer el telón. Los intereses inevitablemente subirán en los escenarios internacionales en el mes de marzo, por los exagerados temores a que se desate una ola inflacionaria como consecuencia de los virulentos ataques del coronavirus y las grandes cantidades de dinero que se inyectaron en las economías industrializadas para recuperar los niveles de producción del período pre COVID19.
También, eso era posible por la grandiosa entrega de derechos especiales de giro por parte del FMI (la moneda de este organismo, conocida más por sus siglas DEG) a todos los países miembros de acuerdo a la cuota de pertenencia al mismo. Las condiciones que se iniciaron en marzo de 2021, crearon el escenario único, en realidad un gran momento, para abaratar la deuda. No era necesario endeudarse directamente con el FMI por la razón que sea que el gobierno considere inconveniente. Pero, los DEG repartidos a los países industrializados pudieron ser aprovechados por Bolivia con tasas muy bajas o, incluso, donaciones que pudieron realizar esos países. El tiempo de esa oportunidad pasó y estamos de vuelta a condiciones que exigen que las tasas de intereses suban para controlar la situación económica que se considera prevalece ahora. Aspecto que, inevitablemente, encarece la inversión y ralentiza la recuperación. En el caso de Bolivia cierra la puerta al endeudamiento barato.
Se trataba de presentar un buen plan de desarrollo de la sociedad boliviana, como respaldo para mostrar que se tiene la proyección realista y solvente de devolver lo endeudado. Un buen plan, talentosamente elaborado, que muestre un nuevo patrón de acumulación basado en productos agrícolas que rompan el actual patrón extractivista, tanto agroindustrial como minero y de hidrocarburos. Algo muy posible que puede fundamentarse, a la vez, en la expansión del sector turístico, que posee un potencial gigantesco y con características económico sociales de gran alcance. Un sector que, en el momento que la pandemia atenúe sus temibles efectos y secuelas (atenuación que ya se percibe hoy), posee la extraordinaria capacidad de crecer, generar un efecto multiplicador en un sinnúmero de otras actividades económicas y, precisamente para ese momento, aumentar los dólares que las reservas internacionales necesitan.
Entre las cosas que sugerí machaconamente se encuentra el pago de la deuda soberana con ese tipo de endeudamiento. Espero que ése sea el camino que el gobierno esté tomando ahora que quiere pagar esos bonos emitiendo otros para los nacionales y pagando en moneda dura a los internacionales. Para este último rostro de la operación, se esperaría que el gobierno haya tomado sus recaudos para obtener dólares baratos (baratos en cuanto a las bajas tasas de interés internacionales que se ofrecieron por un año) y pague con ellos esa deuda soberana emitida en el exterior. No obstante, la mayor parte de esa deuda está en manos de inversores institucionales nacionales, como son las dos AFP bolivianas que mantienen una posición cercana al 50%. Aspecto, que hace que no se utilicen las monedas duras de las reservas internacionales sino que se cambien papeles (bonos) por otros papeles con diferentes plazos de vencimiento y, se espera, sin dramáticas diferencias de las tasas de interés.
En conclusión, puede ser muy comprometedor si el nuevo endeudamiento soberano es más caro de lo que ya fue. Aunque este semblante puede ser en algo atenuado al ser minoritarios los acreedores extranjeros, cuyos términos de plazo y tasa de interés no debe cambiar para los bonos (deuda) que vence este año, se debe esperar que Bolivia salga en mejores condiciones generales de endeudamiento por los 2.000 millones de dólares de su deuda soberana. Debido a los efectos de la pandemia en países pobres, se tuvo una oportunidad dorada de abaratar la deuda externa en su conjunto, incluso de lograr alguna condonación. Tales circunstancias excepcionales ya pasaron por nuestras narices.