El Mercado Negro de la Prostitución: ¿Dónde están las políticas públicas?

Cuando se habla de trabajo sexual, nos viene a la mente diversas ideas como ser la profesión más antigua del mundo, derroche nocturno, trabajo fácil, trabajo ilegal o dinero rápido. Pero esto va más allá de la venta de servicios sexuales las cuales se observan por ejemplo en los escaparates de Amsterdam, Holanda, o en el Best Seller “O Doce Veneno do Escorpiao-O Diário de uma Garota de Programa” de Bruna Surfistinha (Brasil). En el mundo real, hay niñas y adolescentes que no tienen edad para prostituirse, pero que se ven obligadas a hacerlo por una remuneración.

¿Cómo llegue a este lugar?

Esta es una pregunta que muchas niñas y adolescentes, se hacen cuando se encuentran en el mundo sin nombre e identidad. Pero cuáles son los factores principales para que ellas se encuentren en la prostitución.  Según los estudios realizados por organizaciones como Fundación “Munasim Kullakita” y “Asociación Flor de Piedra”, las principales causas son económicas, educativas, culturales, sociales y familiares.

Muchos países de América Latina, como Bolivia y El Salvador, tienen altas tasas de desempleo y mercados informales, lo que significa que no hay oportunidades de empleo para esta población vulnerable. Asimismo, las tasas de matriculación de las mujeres son muy bajas y en muchos casos ni siquiera logran completar la educación primaria. A estos elementos hay que añadir los aspectos culturales y sociales de estos países, que forman parte de un modelo de sociedades machistas y patriarcales. Otro factor que puede añadirse a los ya mencionados es el de la familia. Muchas de estas jóvenes provienen de hogares rotos, con altos índices de violencia física y psicológica. Encontrándose con pocas opciones, muchas de ellas aceptan cualquier oferta de trabajo para sobrevivir. Como resultado, sin una educación y preparación adecuadas, muchas son engañadas y capturadas por redes de prostitución organizadas que se benefician de ellas.

Estas niñas y adolescentes vulnerables son reclutadas por redes organizadas de traficantes y proxenetas y luego son ofrecidas en el mercado negro de la prostitución. Los traficantes son hombres o mujeres que, por cualquier medio, tanto a través del engaño como de la intimidación, reclutan y luego transfieren a niñas y mujeres jóvenes con fines de comercialización sexual. Uno de los métodos más comunes de reclutamiento es ofrecerles trabajos bien remunerados a través de agencias de empleo, siendo los otros medios el secuestro, las amenazas y la coacción.

En cuanto a la red de proxenetismo, utilizan los medios de comunicación o las empresas de publicidad para reclutar a sus víctimas. Otros mecanismos de reclutamiento son el uso de adolescentes o amigos, que engañan a las niñas y jóvenes para recibir una contraprestación, conectándolas así a los circuitos de violencia del comercio sexual. Una vez capturada la víctima, se la traslada a zonas estratégicas como las fronteras, las nuevas poblaciones formadas por migrantes, los centros de construcción en gran escala, los centros mineros, entre otros, donde el control es débil y no existe un sistema de protección de los derechos humanos de estas niñas y adolescentes. 

Los clientes de este servicio sexual son también actores directos de esta dinámica. Los clientes que frecuentan estos lugares son actores directos de esta violación de los derechos humanos, siendo la mayoría de ellos hombres de diferentes estratos económicos y sociales. No obstante, cuando se planifican las políticas de desarrollo social, se protege a estos hombres que apoyan directamente la violación de los derechos de las niñas y adolescentes y a menudo se ignoran y protegen sus acciones.

¿Cuánto la pieza?

Cuando los clientes frecuentan estos lugares para comprar servicios sexuales, realizan la famosa pregunta: ¿Cuánto la pieza?, al hacer la pregunta, los mismos causan una gran vulneración de los derechos de las niñas y adolescentes.

La tolerancia por parte de los clientes, la sociedad y las instituciones, que condenan a la víctima como delincuente, permite que esta actividad se mantenga como cualquier otra actividad económica. La falta de respeto de los derechos humanos en este entorno también se debe a factores culturales y sociales, en los que las mujeres son vistas como objetos sexuales o personas de rango inferior al de los hombres.

También hay que tener en cuenta que las víctimas permanecen en estos lugares por obligación porque están sometidas a estas redes por una dependencia generada desde el primer día. Una de las medidas más frecuentes es la “servidumbre por deudas”, en la que las deudas en que incurre la niña o adolescente desde el primer día que entra en la relación deben ser pagadas. Esta deuda aumenta con un sistema de intereses, adelantos de dinero, provisión de maquillaje, ropa suntuosa y también la provisión de drogas y alcohol, que llevan al sometimiento de niñas y adolescentes. Otra forma de dominación es la “coacción y la violencia”, en la que los traficantes y/o proxenetas generan miedo y pavor en las víctimas para impedir que escapen. De igual manera, utilizan la violencia psicológica, generando mecanismos de defensa y sentimientos de culpa, que los llevan a continuar en este círculo vicioso.

Por ello, detrás de la pregunta ¿Cuánto la pieza? se esconde la violencia del comercio sexual y la violación de los derechos fundamentales de estas jóvenes menores de 18 años, como el derecho a la educación, a la salud, a la vida familiar, a la justicia e incluso a la vida. Debido a esta situación, la violencia sexual comercial atenta contra el desarrollo integral de las niñas y las jóvenes, ya que se encuentran en situaciones que ningún otro ser humano puede tolerar, solo ellas. Por esta razón, es esencial establecer políticas de desarrollo efectivas para mejorar su calidad de vida.

¿Dónde están las políticas de desarrollo?

No solo los gobiernos, sino también la misma sociedad marginan a este sector tan vulnerable de niñas y jóvenes. La discriminación, estigmatización y exclusión de las niñas y jóvenes es muy evidente debido a que no hay una aplicabilidad de políticas de desarrollo social en materia laboral y familiar para este sector vulnerable. Si bien existen normativa nacional e internacional que van a favor de los derechos humanos y protección, la falta de aplicabilidad es muy evidente.

  • Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas (1989).
  • Convención de las Naciones Unidas contra el Crimen Organizado Transnacional (2000) y su Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente de Mujeres y Niños (Protocolo de Palermo) (2000).
  • Protocolo Facultativo de la Convención Sobre los Derechos del Niño Relativo a la Venta de Niños, la Prostitución Infantil y la Utilización de Niños en la Pornografía (2002).
  • Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer, Convención de Belém do Pará de la Organización de Estados Americanos (1994).
  • Convenio 105 Sobre la Abolición del Trabajo Forzoso (Ginebra, 17 de junio de 1959).
  • Convenio 182 sobre las Peores Formas de Trabajo Infantil (Ginebra, 17 de junio de 1999)

Si bien las leyes son un buen comienzo para abordar este problema, es necesario avanzar hacia un programa más amplio que abarque la prevención, la protección, la atención y la posibilidad de reinserción en la sociedad de estas niñas y adolescentes. Estos proyectos destinados a la potenciación de la mujer deben contribuir a mejorar su calidad de vida, no sólo en el ámbito económico, sino también en el familiar. Corresponde a los Estados asumir su responsabilidad como entidad de seguridad ciudadana; en ese sentido, deben fortalecer sus instituciones para desarrollar mejores estrategias de seguridad y un enfoque más integral para combatir este tipo de violencia. Deben tener en cuenta no sólo a los actores y sus acciones, sino también el entorno que les rodea y los factores responsables de su existencia, a fin de combatir la violencia sexual contra las niñas y las adolescentes. También deben centrarse en garantizar el respeto y la libertad de los derechos humanos de este sector vulnerable, que necesita urgentemente políticas de inclusión social.

¿Cuál es el papel de la sociedad?

El apoyo jurídico internacional y nacional no es suficiente para erradicar el problema de la violencia en el comercio sexual. Se trata de un problema que, para ser abordado, debe ser reconocido como tal por el público. Es necesario que la sociedad abra los ojos y denuncie este tipo de mala conducta contra las niñas y adolescentes. La población juega un rol preponderante para neutralizar este comercio sexual, que culpabiliza y discrimina a las víctimas y no así a los actores directos que son tratantes, proxenetas y los mismos clientes.

Cómo podemos juzgar a estas niñas y mujeres si el propio Jesús no las juzgó ni las condenó, sino que las acogió (Juan 8:11) y quienes somos nosotros para señalarlas. Incluso el rey David y el mismo Jesús son los descendientes de una prostituta, Rahab. (Josué 2:1)

Nota: Agradecimiento a la Fundación Munasim Kullakita (Querete Hermanita) por la fuente información y su trabajo en pro del bienestar de este sector vulnerable.