El FMI y su repartija de dinero ¿podemos aprender algo de esta decisión?

El Fondo Monetario Internacional no se mantuvo al margen de la pandemia y sus consecuencias. Proveo 130 mil millones de dólares a 85 países y alivió el servicio de la deuda a muchos otros países pobres. Que Bolivia no se haya beneficiado de estos apoyos es otro asunto, pero pudo haberlo hecho. En las pasadas semanas ha repartido dinero a todos los países que pertenecen a dicho organismo y ha destinado la suma de 650 mil millones de dólares para respaldar las reservas internacionales de estas economías.

The Economist (17, julio, 2021) se pregunta si pudo haber sido más generoso y si realmente serán los países más pobres los que se beneficien de esos recursos. Pudo haber llegado, dice esa publicación, a un monto equivalente al billón de dólares (un 1 seguido de doce ceros) como lo hizo para aliviar a las economías del mundo por causa de la crisis financiera de 2008-2010 y pudo haber evitado repartir el dinero en función de las cuotas que cada país posee en esa organización multilateral. Esto es, utilizar un criterio de ponderación de la pobreza para que sean estas economías las más favorecidas. No es lo que hizo y ha dado a países ricos, montos millonarios que ciertamente no los necesitan para reforzar sus reservas internacionales. Queda que esas ricas economías decidan favorecer a las más pobres y reencauzar esos recursos hacia economías en apuros.

Los recursos internacionales pos pandémicos no solo se encuentran disponibles en los derechos especiales de giro (DEG) que el FMI ha emitido y que cada país intercambio por dólares en sus cuentas nacionales. También se encuentran en otros organismos multilaterales y en organismos que propician la creación de fondos verdes para beneficiar la sostenibilidad medio ambiental. En un reciente artículo que publiqué en un capítulo del libro publicado por la FES, Transformar la crisis, (agosto, 2021) titulado: De las raíces de la producción al desarrollo y cómo financiarlo, menciono algunos de esos fondos que tienen líneas financieras que Bolivia puede acceder. “Para preservar empresas y empleos del International Finance Corporation (IFC) que forma parte del Banco Mundial. Asimismo, el IFC tiene el programa de financiamiento global dirigido a medianas y pequeñas empresas relacionadas con cadenas de oferta mundial especialmente abierta para países de economías frágiles. También el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ofrece su fondo climático verde para financiar proyectos y programas en energía limpia, cuidado de la salud, desarrollo agrícola y manejo de recursos naturales. Por otra parte, se encuentra la Corporación Andina de Fomento (CAF) que ofrece tres fondos verdes para inversiones en infraestructura, energía, desarrollo social, sostenibilidad ambiental y cambio climático; Green Climate Fund (GCF), Global Environmental Facility (GEF) y Adaptation Fund (AF). Aparte de estos fondos, la CAF ha asumido como propios los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y apoya a los países latinoamericanos en la emisión de bonos verdes en mercados internacionales”.  

Es evidente que las economías del mundo se han visto seria y profundamente afectadas por la pandemia. Esta causó una interrupción repentina e imprevista de la actividad económica comparable únicamente a las crisis iniciadas en 1929 o en 2008. No fue causada por causas económicas o financieras como las dos crisis mencionadas; su causa fue el COVID19, un fenómeno de salud pública que afectó y afecta al mundo entero.

La caída de la producción fue más rápida que en cualquier otra crisis porque toda actividad económica tuvo que paralizarse bruscamente. Afectó a los trabajadores informales y formales, a los pequeños empresarios como a los grandes, la educación en todos sus niveles se vio seriamente afectada, así como la capacidad de los centros de salud fue superada. Por cierto, en cada país con diferentes grados de intensidad y gravedad.

Países, como Bolivia, no estaban preparados en ninguno de los campos afectados. La infraestructura en salud mostró sus serias deficiencias, como también la educativa. La economía ya andaba en caída desde 2015 por el final del gran ciclo de las materias primas y el descenso de lo que fue un periodo prolongado de precios favorables.

Bolivia, en este momento de crisis, puede transformar ésta en una excelente oportunidad. Los recursos internacionales están ahí, disponibles. Pero, también internamente se tiene la posibilidad de aumentar el gasto público. Sí, con gasto fiscal, incrementando el déficit fiscal. La economía boliviana se encuentra en un rebote de su crecimiento del 5%, que no es suficiente como para volver a niveles del PIB alcanzados antes de 2015. Tampoco se tiene una economía al borde de la inflación y la desestabilización. Se tiene la posibilidad de aumentar y crear fondos destinados a los municipios que presenten potencialidades de aumentar la producción y el empleo en el corto, mediano y largo plazo. Esto supone un plan que armonice las potencialidades de desarrollo productivo en las distintas regiones del país y se coloquen los medios más apropiados para convertirlas en fuentes de avance regional, local y comunitario. Así también se generarán los recursos para honrar los compromisos asumidos y se otorgarán las fuentes para cubrir el déficit fiscal. El FMI está dando la lección de que es tiempo de gastar, sin mayores velos ideológicos que el bienestar de la población, es aconsejable aprender de esa decisión de repartir dinero a todo el mundo.