FINANZAS VERDES: ¿ALTERNATIVA ECOLÓGICA O ANZUELO FINANCIERO?

Si una persona quiere invertir su dinero en busca de generar más dinero debe fijarse en aquello que el mercado o la gente demanda. Así, si la gente demanda combustibles para sus automóviles, invertir en empresas que extraen y refinan petróleo será más rentable que invertir en caballos para jalar carrozas. Por lo que las inversiones rentables dependen de la demanda actual y de las proyecciones o tendencias que se pueden advertir en el mercado. 

Mientras más y mejor información se posea sobre las tendencias futuras, mejores decisiones de inversión se pueden tomar. Con la información disponible, los mercados financieros evalúan el riesgo de sus inversiones y las destinan normalmente hacia actividades que tengan el menor riesgo y la mayor rentabilidad. 

Desde los años setenta grupos de científicos vienen advirtiendo sobre los efectos de los gases de efecto invernadero y las consecuencias que éstos traen. Acumulan el calor que proviene del sol, por lo tanto, aumentan la temperatura promedio de la atmósfera terrestre. Políticos, empresarios y la población en general no dió importancia a dichas advertencias, tratandolas de exageraciones o meras especulaciones que no se cumplirían. 

Con el pasar del tiempo se comenzó a evidenciar el derretimiento de glaciares en todo el planeta, el aumento de sequías, el elevamiento del nivel de mar en ciudades costeras, la desaparición de especies, canículas (olas de calor) cada vez más fuertes durante los veranos y entre otros efectos del cambio climático, también más gélidas olas de frío en el invierno. Con tal evidencia, la población mundial fue y sigue tomando conciencia de los riesgos que la actividad humana genera para su propia subsistencia y la del resto de especies con las que convivimos. 

Es así que en las últimas décadas, las inversiones en proyectos que generen una elevada huella de carbono (inversiones “marrones”) son percibidas como de mayor riesgo ambiental por la población inversora. En consecuencia, se está promoviendo la utilización de tecnologías que contaminen menos y así se dió un aumento en la inversión de dichas tecnologías y proyectos, denominados “verdes”. 

En éste sentido, las “finanzas verdes” se presentan como una serie de bonos e inversiones destinadas a incentivar y promover proyectos que resguarden el medio ambiente. Fomentan proyectos que produzcan menores cantidades de gases de efecto invernadero, contribuyendo así a disminuir los efectos del cambio climático y a la reducción de los factores que lo produjeron y lo mantienen activo. De esta forma también se promueve la transformación de la matriz energética, dado que los combustibles fósiles se terminarán y necesitamos de otros medios de procurarnos energía.

Esta tendencia “verde” parece ser más fuerte en algunos países donde la población en general se muestra más preocupada por redimir los efectos del cambio climático, por lo tanto, son más sensibles a las propuestas de inversiones “verdes”. Esto se refleja, financieramente hablando, en una mayor cantidad de inversiones y proyectos “verdes” en Europa, comparadas con el mismo tipo de inversiones en Latinoamérica, por ejemplo. Sin embargo, en Alemania un auto eléctrico termina emitiendo la misma cantidad de CO2 que uno a combustible fósil, puesto que la mayor parte de su electricidad se produce a partir de gas natural y carbón (Jancovici, 2017). 

Por eso debemos preguntarnos: ¿Cuán “verdes” o ecológicamente sostenibles son realmente los proyectos que se están promoviendo? En el caso de las energías verdes, se busca que éstas reemplacen más del 80% de la energía utilizada a nivel mundial, es decir sustituir las energías fósiles. Se pretende  producir la suficiente cantidad de paneles solares, turbinas eólicas, represas hidroeléctricas, centrales de biomasa, etc. para sustituir nuestra dependencia a los combustibles fósiles, que además se seguirán utilizando para producir sus sustitutos verdes. Sin duda un negocio que hace que los visionarios inversores se froten las manos.  

¿Qué hay acerca del respeto y la no explotación de áreas protegidas, así como de las poblaciones que viven en ellas? ¿Es compatible plantear proyectos de desarrollo y rendimiento financiero al mismo tiempo que se pretende preservar el medio ambiente? ¿Cómo podrían las finanzas verdes ser algo diferente a las finanzas “marrones”, dado que su razón de ser es hacer más dinero? ¿Si el rendimiento de los productos financieros “verdes” son inferiores a los convencionales, invertiría usted su dinero en preservar el medio ambiente?

Para ser atractivas, las finanzas verdes tienen que ser competitivas frente a otras alternativas financieras. De otra manera, recibirían muy pocas inversiones y, por lo tanto, su fin de preservar el medio ambiente no sería realizable. Por eso, intentar la vinculación entre finanzas y preservación del medio ambiente, suena más a estrategía de mercadeo que a una alternativa ecológicamente viable. Un nuevo traje de oveja para el lobo del capitalismo, que trata de enverdecer su imagen (“greenwashing”) para aparentar  sintonización ecológica.  

Sin embargo, inversiones que verdaderamente resguarden el medio ambiente y disminuyan los efectos del cambio climático son necesarias para preservar las condiciones de vida tal como las conocemos. Lo cierto es que proyectos destinados a fines de preservación medioambiental, no necesariamente generan los mismos rendimientos financieros que aquellas que promueven actividades altamente rentables y por consiguiente más contaminantes. 

Por ejemplo, un proyecto de preservación de la selva amazónica, que implique resguardar grandes extensiones de bosques para preservarlos intactos, no genera ningún beneficio económico inmediato y el beneficio a futuro seguramente no será necesariamente económico, a no ser que se cobre por el oxígeno o las lluvias generadas gracias a esos bosques (lo que se pretende hacer con los denominados “servicios ecosistémicos”). Ese beneficio futuro, posiblemente no económico, es contrario a deforestar esa misma zona y destinarla inmediatamente a la agricultura o a la ganadería, lo cual es una inversión más atractiva. Lamentablemente “cada vez que arrasan con un bosque, perdemos un laboratorio extenso, uno que jamás recuperaremos” (Ameenah Gurib-Fakim). 

Existe la creencia de que las nuevas tecnologías nos brindarán nuevas alternativas de desarrollo, crecimiento y preservación de la naturaleza, pero no hay que olvidar que mientras más equipos electrónicos se fabrican y más dependemos de ellos, mayor será la demanda de minerales para construirlos, así como de energía para que funcionen. En el caso de los vehículos eléctricos, sí inmediatamente y a nivel mundial se podrían reemplazar todos los automóviles a combustión por eléctricos, se deberían construir mil millones de baterías de litio, lo cual consumiría la mitad de las reservas mundiales de éste mineral y dado que una batería de litio tiene una vida útil de 10 años, en 20 años habríamos acabado todas las reservas de litio del mundo (Jancovici, 2017). Además del daño ambiental y las grandes cantidades de agua que implica su extracción. 

Por otra parte, si queremos reducir los efectos negativos de la actividad humana sobre la biosfera del planeta, no basta con realizar actividades económicas que contaminen menos. Es también necesario detener y desmontar aquellas industrias que contaminan demasiado, para así disminuir la suma de los gases de efecto invernadero y los daños ambientales que ocasiona la humanidad. 

El problema se centra en el modelo y la visión economicista y antropocéntrica que ha tomado la humanidad desde hace algunos siglos. Esta se basa en pagar a hombres y mujeres para transformar la naturaleza, pero nadie retribuye a la naturaleza por lo que tomamos de ella. Todos los recursos naturales los encontramos ya elaborados e invertimos energía en extraerlos y transformarlos. Este modelo busca obtener beneficios monetarios antes que preservar las condiciones de vida que nos mantienen en el planeta. La mercantilización de todo, inclusive de la vida misma prima sobre la preservación de la biosfera, de la cual somos parte y no propietarios.  

Dada ésta visión de desarrollo basada en la explotación de recursos naturales, proyectos de verdadera preservación de la naturaleza no parecen estar en la agenda de ningún gobierno del mundo. Al contrario, se sigue promoviendo la idea de un crecimiento económico continuo, lo que presupone contar con recursos naturales infinitos, lo cual es obviamente imposible. No se olvide que cada vez se encuentran yacimientos minerales e hidrocarburíferos más pobres que los que se descubrieron en periodos anteriores. 

Nuestro sistema económico-financiero actual es insostenible en el largo plazo y las finanzas verdes parecen ser un anzuelo más para diversificar las inversiones en favor de las ambiciones infinitas de enriquecimiento de una minoría. Mediante los proyectos que se plantean no se vislumbra la posibilidad que la humanidad consiga una transición energética ecológicamente viable, pero no dejará de hacer negocios en el proceso. Se deben reconsiderar y repensar las opciones que se están planteando, evaluar si su impacto ecológico no termina siendo igual o más dañino que las tecnologías que pretenden reemplazar. También habrá que tomar en cuenta que cualquier propuesta que sea ecológicamente viable no se podrá desvincular de altas dosis de sobriedad económica y energética, lo que implicará sin duda cambios en nuestra forma de vida. 

Debemos ser conscientes de que la visión mercantilista que tenemos fue forjada en los últimos siglos, mediante un proceso de adoctrinamiento basado en promesas de enriquecimiento ilimitado. La industrialización comenzó hace sólo 150 años, un ápice de tiempo comparado con los más de doce mil años que la humanidad vive en el sedentarismo y no necesitó enverdecer indefinidamente sus bolsillos, por lo que es posible y necesario imaginar e implementar otras formas de producción e intercambio de bienes y servicios, más sostenibles y acordes con las necesidades de la mayoría de la población y con las capacidades planetarias de recursos naturales existentes. Redefinir las nociones de éxito y crecimiento de una sociedad. De no hacerlo, es probable que durante el siglo XXII la humanidad atraviese una crisis multisistémica y los grandes inversores encuentren que sea más rentable invertir en caballos para jalar carrozas y en esclavos que trabajen sus tierras.