LA LUCHA CONTRA LA DESIGUALDAD: UN LARGO Y ESCABROSO CAMINO

Recuerdo como, hace unos 25 años, una empresa extranjera se asentaba en Bolivia. Los empresarios extranjeros nombraron al cuerpo de ejecutivos locales y a éstos les tocaba aprobar la planilla de empleados bolivianos, de otros rangos. El jefe extranjero de la empresa, con quien llegué a mantener una buena amistad, quedó pasmado ante la renuencia de los ejecutivos bolivianos a aceptar los niveles salariales que él propuso. Los nuevos mandamases bolivianos calificaron a esos sueldos de “muy elevados” y procedieron a recortarlos. El extranjero era la primera vez que encontraba semejante tenaz oposición, en comparación a numerosas ocasiones similares que organizó empresas en otros países. El principal argumento de los gerentes bolivianos no era bajar costos, sino un extraño criterio: la gente en Bolivia no está acostumbrada a que le paguen buenos salarios.

Esa mentalidad excluyente mantiene brechas que parecen infranqueables. Y no es que todos deban ganar exactamente lo mismo, sino que, más allá de diferencias derivadas de la preparación o de las capacidades personales, las diferencias de ingreso no pueden ser irreductibles por razones de sesgos que refuerzan las barreras sociales o debido a juicios ruidosos que, por carecer de la necesaria información, no se percatan de los positivos resultados que una distribución más equitativa del ingreso, la riqueza y las oportunidades sociales generan para toda la sociedad. 

El camino a recorrer hacia la igualdad conduce a responder a cada uno de acuerdo a sus necesidades. Así, las sociedades deben marchar a generar las oportunidades sociales que permitan a todos, la más plena realización personal. Este tema acertadamente lo enfoca el informe de OXFAM, La igualdad posible. Alternativas para imaginar la próxima milla en Bolivia que afirma requerirse un enfoque multidimensional para enfrentar la desigualdad.

No se trata de que todos tengan el mismo ingreso al dividir el ingreso nacional entre todos los habitantes. En un país pobre como Bolivia, todos acabarían pobres. Se trata de generar un cúmulo de condiciones para que todos crezcan material y humanamente. Esto significa mejorar las condiciones educativas, de salud, seguridad, participación, defensa de derechos y derrotar todas las formas de discriminación. 

El referido informe de OXFAM acentúa los avances que se alcanzaron entre el inicio del gobierno del MAS en 2006 y finales de 2019. Luego observa el periodo posterior convulsionado políticamente que afecta los resultados de igualdad alcanzados y que se vieron agravados por la Covid. 

La igualdad posible, se refiere a logros en varios campos que, de haber continuado las políticas de gobiernos anteriores que se caracterizaron por su mayor sabor a libre mercado, pudieron no haber llegado nunca. No se puede dejar de hacer referencia a que el período analizado transcurrió durante el gran auge de las materias primas que desbordó con abundancia de recursos más allá de las intenciones gubernamentales.  Claramente la distribución del ingreso mejoró (en realidad esta dimensión tiene relevancia, pero las otras que se analizan son las que deben apreciarse en sus verdaderos alcances). Por ejemplo, se menciona a “la prioridad asignada por el Estado a la universalización de la educación”. Esta se manifestó en un mayor gasto en este sector superior a la media de la región al destinar un 8,4% del PIB entre 2014 y 2018. Aunque el logró de incrementar las unidades educativas fiscales de 14.743 a 15.159 no fue espectacular. Así, el informe advierte que los desafíos son grandes para revertir la baja calidad de la educación de estudiantes indígenas que habitan en el sector rural y las notorias diferencias entre las escuelas privadas y públicas. De aquí que, para caminar hacia la igualdad en Bolivia, se hace necesario entender las contradicciones de clase que se entremezclan con las fisuras étnico-culturales.

El informe quiere que Bolivia vaya por el largo camino hacia la igualdad con aproximaciones sucesivas. Una igualdad que respete las diferencias de las personas, pero que se desarrolle en un entorno que no haga sentir a nadie discriminado. La investigación constata que “vivimos en una sociedad que discrimina”: es ejercida, por una parte de la sociedad, y sentida, por otra.

La desigualdad se refuerza con prejuicios que tienen ancestro histórico y por conductas que se asumen por posiciones sociales, en apariencia inflexibles. Condiciones que pueden ser derrumbadas en la medida que existan condiciones materiales que le den un apoyo en la producción y en la medida que la voluntad de las clases dominantes se traduzca en políticas que deliberadamente se orienten a una mejor sociedad boliviana para todos.