EL CAMINO ARGENTINO PARA CONTROLAR LA INFLACIÓN

La economía argentina llegará a su absoluta dolarización con Javier Milei, presidente de Argentina. Por cierto, con esta política monetaria logrará el objetivo más necesitado en la economía de ese país: poner punto final a la inflación. Previamente, la hiperinflación ya presente, con un 140% previsto a fines de este año, se disparará a niveles extremos en esa economía. Tal situación hará que “la sangre (literalmente) llegue al río”. Una medida de esta naturaleza, sin duda, provocará serias y convulsionadas consecuencias sociales y políticas. Generará una gran reacción por parte de las fuerzas peronistas, sus sectores kirchneristas.

La pregunta es, entonces, cuán fuerte será esta reacción de la población, que actualmente piensa que, al dolarizar su economía, los salarios que vayan a recibir desde el momento de la dolarización tendrán igual, o incluso mayor, poder adquisitivo. 

La dolarización será paulatina y se la muestra como si fuera la decisión de escoger del ciudadano entre la moneda nacional y el dólar. Los argentinos de a pie, la mayoría, por cierto, ven que los pesos argentinos pierden poder adquisitivo, cada día (o cada minuto) que pasa. Ingenuamente creen que cuando sus salarios sean expresados en dólares recibirán, inmediatamente las retribuciones a su trabajo en la moneda estadounidense. Pero, no puede ser así, por la sencilla razón de que si algo escasea en la economía argentina son, exactamente, los dólares. Entonces, en el necesario período de transición (unos 18 meses o muchos más) recibirán sus salarios en pesos a un tipo de cambio de mercado. Mercado en el que el precio de los escasos dólares, o su tipo de cambio, trepará aceleradamente, los precios se elevan al cielo y los salarios remunerados en pesos, en consecuencia, se desplomarán contra el piso en su poder adquisitivo. 

Milei cree que él ya tiene la fórmula para obtener dólares. Consiste, explica, en cambiar internacionalmente las obligaciones estatales, denominadas Leliq (Letras de liquidez emitidas semanalmente por el Banco Central, nominadas en pesos con interés creciente, forman parte de las operaciones de mercado abierto como instrumento para dotar o quitar la liquidez en la economía), con los fondos de inversiones internacionales. Compra de la deuda que sería cambiada a dólares, necesariamente al tipo de cambio paralelo, de mercado, o “blue”. También afirma que los argentinos tienen guardados más de 300 mil millones de dólares bajo el colchón o en cuentas externas. Que esto, sea cierto o no, solo se evidenciará en el momento que se inicie el proceso de dolarización.

En esta transición, aunque él quisiera eliminar al Banco Central, no le quedará otra, al gobierno de Milei, que mantenerlo para que siga realizando operaciones internacionales (incluso la de facilitar la existencia de dólares en billetes), imprimiendo pesos, inicialmente, y luego la moneda fraccionaria. Pero, a la vez, se tendrá que establecer una fecha aproximada para la validez de transacciones en pesos que paulatinamente obligará a aceptar un cambio que se mostrará con una baja del dólar. La tendencia será hacia una relativa estabilidad en la que el dólar alcanzará un precio de equilibrio.

La promesa o amenaza de cerrar el Banco Central es, claramente, una declaración retórica y cae dentro del discurso amenazante y vocinglero del candidato Milei.  En los hechos, se asumirán una serie de medidas, por un lado, más cerebrales, y represivas, por el otro. El Banco Central seguirá funcionando, inicialmente, como ya se dijo, para emitir pesos argentinos, y luego para recibir dólares de las exportaciones y de los bancos comerciales que deberán mantener reservas de acuerdo a una tasa de encaje legal. Estos bancos, operarán en las transacciones de todos los días.

La supuesta eliminación total del Banco Central significaría que cada uno de los bancos comerciales mantengan dólares como reserva, la misma cantidad o una considerable proporción de los depósitos que reciban. Por tal razón, los créditos que realicen y, por lo tanto, también los depósitos que reciban, serán un factor dictado a discreción para la creación de dinero bancario o secundario (no físico). En esta situación, el peligro de un exceso de créditos por parte de la banca comercial puede ser un grave riesgo para alimentar la inflación. Salvo que se mantenga al Banco Central para captar el encaje legal, o que las auto-reservas se realicen de manera supervisada estrictamente por la superintendencia de bancos, Esta última, una entidad eminentemente estatal, que, seguro, también incomoda a Milei, aunque no dijo nada al respecto. 

Si la banca comercial privada se restringe a las transacciones y limita al 100% su capacidad de crear dinero secundario, significaría que la banca apenas recibe dólares esteriliza el poder que tiene para crear dinero y por lo tanto también afecta la labor de dinamizar la economía. Así, cerrar el Banco Central significaría también castrar a la banca privada. Y esto no es precisamente una medida recomendable que facilite la producción y el comercio de cualquier economía.

En consecuencia, se tendrá que mantener un Banco Central con funciones ciertamente recortadas, a la vez que funcione con relación a una banca comercial que no puede mantener la gran cantidad de reservas que requerirían sus operaciones.  Es la banca privada en su funcionamiento como banca comercial la que necesita del Banco Central para mantener una reserva mínima pero que facilita la creación de dinero bancario. Como en toda economía, el sector privado requiere del Estado, como el Estado requiere de la economía privada.

Se insiste en que la dolarización en la Argentina exige una gran cantidad de dólares que en este momento esa economía no tiene.  No obstante, son precisamente las características que se tienen, por la crisis que atraviesa la Argentina, que exige la dolarización desde la perspectiva libertaria que asume Milei. Pero, son precisamente esas condiciones las que exigen la dolarización completa y absoluta de una economía que no encuentra un Norte.

Otra forma de controlar la inflación para evitar la destrucción del peso argentino y la conversión total al dólar, es la que se siguió con el Decreto Supremo 21060 en Bolivia.  Recuérdese que en ese momento la población estaba cansada, desesperada, angustiada por el proceso inflacionario y quería, sobre todo, estabilidad de precios.  El decreto generó, en realidad, una liviana convulsión social que fue fácilmente controlada con el apresamiento y confinamiento de los dirigentes sindicales en todo el país. Estos esperaban que la población siga en su movilización buscando la liberación de esos dirigentes.  No fue lo que ocurrió. La población, en un período relativamente corto, aceptó las condiciones duras del Decreto 21060.

En Argentina, para instaurar la dolarización, Milei tendrá que recurrir a medidas políticas represivas, y más que el apoyo del congreso, requerirá condiciones de excepción para imponer la absoluta dolarización de la economía argentina. Es una tarea difícil y muy penosa, pero en este momento no existe en la Argentina una alternativa tan clara como la que presenta Milei. La respuesta que pueda recibir por parte de las fuerzas armadas y las fuerzas del orden policiales serán determinantes para que, en última instancia, se genere un clima de aceptación de esa dolarización. 

A la vez, los dólares pueden fluir a la economía argentina si es que la producción de gas de Vaca Muerta llega a ser lo suficientemente cuantiosa como para contribuir a la creciente demanda de dólares. Sin embargo, ese flujo de recursos puede verse afectado por la situación depresiva de la economía de la China y puede pesar enormemente en las exportaciones que realiza Argentina hacia esa economía.

Lo cierto es que en las condiciones que la Argentina vive tanto económicas como de seguridad ciudadana, y el gran aumento de la pobreza (próxima al 50% de la población y que crecerá por la gradual eliminación de la moneda nacional), pueden haber creado las condiciones para aceptar la dolarización y el triunfo de una política libertaria. Sin duda, tendrá un costo social elevadísimo, que puede suavizarse en la medida que la inflación y la pobreza sean aceptadas, precisamente, por los más afectados. Angustiosas condiciones que enfrenta el pueblo argentino y la emergencia de un agresivo “salvador” genera expectativas de atenuar la inflación, pero, a la vez, no se puede dejar de lado las dudas que una política tan dura llegue a ser exitosa.