DEL CRIMEN AL CASTIGO

En Rusia no hubo una burguesía que condujo la industrialización durante la etapa soviética. Lo que se logró en la época de la URSS fue resultado de una extensa y casi ubicua presencia del Estado en las actividades productivas y toda clase de propiedad sobre las edificaciones y terrenos donde aquellos se asentaban. Todo pertenecía al Estado. Hasta las prendas de vestir o los implementos de higiene o cualquier artefacto de uso íntimo los fabricaba el Estado y mientras no los distribuía entre la población, eran de pertenencia estatal. Hubo alguna producción agrícola privada, pero bajo la vigilancia del Estado.

El desmembramiento de la URSS convirtió las 15 repúblicas soviéticas en los 15 países que son actualmente y que se listan en el Cuadro 1. 

Cuadro 1. El desmembramiento de la URSS

Fuente: Wikipedia, https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_la_Uni%C3%B3n_Sovi%C3%A9tica_(1985-1991)

En cada uno de ellos la propiedad estatal, también omnipresente, se disolvió al caer la URSS. Fue un proceso de privatización salvaje de una propiedad estatal que poseía hasta los árboles ornamentales y cualquier pedazo de tierra o unidad productiva. En la mayoría de los nuevos países, esa disolución de los medios de producción se realizó vía la entrega de acciones (títulos representativos de una alícuota parte de la propiedad) a todos los ciudadanos. Uno se puede imaginar lo que esto significó en un país sin antecedentes de propiedad accionaria, propia de economías capitalistas, y bajo el poder de la omnipotente burocracia gubernamental presidida por el secretario general del partido comunista con un brazo represor cuyo máximo líder e inspirador fue Stalin.

Los poderosos grupos de esta burocracia, la policía política (KGB), los militares y la mafia, que nunca dejó de actuar a lo largo del régimen soviético, aprovecharon para pescar en río revuelto y compraron la mayor cantidad de acciones de manos de la población que ignoraba el valor y el significado de cada acción que recibieron. Además, esos grupos, por el gran poder e influencia que poseían, aprovecharon para apropiarse directa y arbitrariamente de fábricas de todo tipo. Estos grupos no hicieron un gran esfuerzo de acumulación para poseer la rudimentaria industria soviética, con un enorme sector de producción de armamentos (base de la actual industria rusa), simplemente aprovecharon el momento de la forma más abusiva. A partir de ahí se formaron lo que ahora se refiere como los oligarcas, que no sólo son rusos sino también ciudadanos de las repúblicas que una vez conformaron la URSS. En la mayoría, sin duda, con gran poder y dinero.

Tanto en Rusia como en Ucrania esos grupos todavía participan de la lucha política y mantienen gran predominio y poder político y económico. Han manejado esos países por años de manera poco transparente. Putin, y su poderío, es resultado de la posición que ocupó en la KGB y la que llegó a ocupar junto al ex presidente ruso Boris Yeltsin. Sucesor de éste, Putin ha amasado una gigantesca fortuna de oscuros orígenes.

Un origen delictivo de las fortunas de oligarcas rusos y ucranianos han llevado a sus respectivos países por caminos políticamente dudosos. Volodímir Zelensky, presidente de Ucrania, logró una mayoritaria victoria en la votación que lo hizo presidente, precisamente, resultado del rechazo de la población a esos grupos de poder que controlaron Ucrania por varias décadas.

Hoy, la invasión rusa ha colocado a Ucrania en el centro de las noticias mundiales y se la muestra como un paladín de la defensa de la democracia y el heroísmo por la defensa de la patria. Los nacionalismos se exacerban en todas partes. Sin embargo, no hay una defensa incondicional por parte del Occidente industrializado de esa “ejemplar” Ucrania. Hay más intereses en juego por parte de las potencias occidentales que por la de Rusia. Son esas potencias las que con sus grandes empresas reconstruirán Ucrania (al menos en lo que a la infraestructura, viviendas, escuelas, fábricas, etc., se refiere), porque las vidas perdidas sólo dejarán dolor y lágrimas. Incidentalmente, los londinenses han puesto en vereda a la mafia rusa que, prácticamente, copó los lugares más exclusivos de la capital del Reino Unido. Asimismo, un fenómeno de mayor trascendencia está aconteciendo: las sanciones a Rusia están acelerando la independencia de Europa con relación a los hidrocarburos rusos.

Finalmente, la guerra concluirá con gran parte de Ucrania destruida (por lo tanto, lista para la reconstrucción), se negociará, en un par de meses más que dure la guerra, que Rusia se quede con parte o toda la región del Dombás (al Este de Ucrania) y que la OTAN no acepte a Ucrania como miembro. Posiblemente para ese momento la crisis económica al interior de Rusia habrá debilitado la permanencia de Putin en el poder. Éste continuará aspirando a eternizarse en su dominio despótico y autoritario. Gozará, de cualquier manera, de su incalculable fortuna, algo disminuida por las sanciones a los oligarcas rusos al afectar sus fortunas secuestradas en países industrializados de Occidente, pero sin mayor castigo por sus crímenes. El castigo por la inmisericorde y criminal invasión llegará a toda la población rusa, cuya economía también será reconstruida con capitales de Occidente y con posibles alianzas con los industriales rusos, la poderosa oligarquía cuya fortuna no siempre siguió las reglas de la acumulación capitalista. El mayor castigo de la invasión recaerá en las inocentes victimas sobrevivientes de la guerra; los comunes ciudadanos ucranianos que quedarán con un país en ruinas que hará padezcan la terrible herencia de las precarias condiciones de la postguerra.