PUTIN QUIERE QUE SE PAGUE EL VALOR REAL DE SU GAS Y PETRÓLEO

Putin tocó una tecla económica muy sensible con su exigencia de que a partir del 1 de abril los países “no amigables” (así se refiere a los países de la OTAN) deben pagar en rublos por el petróleo o gas que compran a Rusia. Sensible por varias razones; la primera, en el mercado internacional más del 90% de las transacciones internacionales se realizan en dólares. Segunda, por esa exigencia es que todos los países al exportar o vender sus productos (materias primas o productos manufacturados) al exterior, obtienen dólares o no tendrían la posibilidad de comprar productos a otros países (importar). Tercera razón, es por demás vital para las economías, obviamente que no sea la estadounidense, mantener reservas internacionales principalmente denominadas en dólares.  Cuarta, de toda la emisión monetaria de los Estados Unidos, equivalente a unos 6.000 millones de dólares, cerca de dos terceras partes (dos dólares de cada tres emitidos), se encuentran fuera de EE. UU. Quinta, aunque no última razón, mientras que a todos los países les cuesta importar el valor equivalente de los productos que exportan, a Estados Unidos le cuesta tan sólo lo que vale el papel y la tinta por imprimir los billetes verdes con las caras de sus presidentes más heroicos.

Muy sensible, porque todo país quiere comprar en su propia moneda y no lo puede hacer debido a que todos los socios comerciales tendrían que tener las monedas de los otros en cantidades suficientes. O sea, vender el mismo valor que compran de cada país. Imposible. Entonces ¿cómo se llega a estar en la privilegiada posición de los EE. UU.? Lo primero que se viene a la mente es una razón política, o el resultado del poderío armamentista o que ganó la Segunda Guerra Mundial. Todo esto explica en parte ese privilegiado sitio, pero, en última instancia, la explicación radica en la fortaleza productiva de la economía estadounidense alcanzada antes de la guerra, durante y después de ella. El Reino Unido, con su libra esterlina, ocupó ese lugar anteriormente. Fue el gran poder industrial desde el siglo XIX. Abatido el poderío inglés por la guerra, fue sustituido por la economía con mayor capacidad productiva.

Y ahora Putin se pone delante y quiere que el rublo sea moneda universal. Como una simple pretensión, cualquier país tiene el derecho a soñar. Claro que para que no sea tan sólo una quimera hay que tener el poderío, vigor, potencia industrial además de dominar las finanzas mundiales y un gran aparato militar. Rusia no tiene ninguna de las tres. En algo se acerca su aparato bélico, pero Estados Unidos lo supera de lejos en modernidad y capacidad de ataque. No por nada es el mandamás del imperio en Occidente. Es cierto, algún día el dólar caerá, pero no frente al rublo.

Rusia no es la primera economía del mundo. Según los últimos datos que se disponen en la base del Banco Mundial. A pesar de ser el tercer productor de petróleo mundial, Rusia ocupa el último lugar en ingreso per cápita a precios de 2015 con 7.841 dólares, entre estos tres. Arabia Saudita (segundo productor de petróleo en el mundo) tiene un ingreso per cápita de 17.712 y EE. UU. (primer productor) de 51.984. Rusia exportó 21% de su producción manufacturera en 2020, frente a 60% de los Estados Unidos. De estas exportaciones, tan sólo 27% incorporan mediana y alta tecnología en Rusia, frente a 63% que logra EE.UU. Por el lado que se analice, Rusia es aún un país medianamente industrializado, de bajo consumo familiar, dependiente para sus transacciones internacionales de las divisas en dólares (640.000 millones en reservas o 16% del total de dólares fuera de los EE.UU.) y con una industria bélica que se originó en la antigua URSS y que difícilmente se compara con el poderío tecnológico bélico de EE.UU.

Se dice que la exigencia de Rusia a que le paguen su gas y petróleo en su propia moneda, hará que se vuelva al patrón oro. Lo que Rusia en realidad quiere (consciente o no de ello) es que le paguen el verdadero valor de sus exportaciones. Es como si Bolivia​, ​ para no estar jugando con canastas de hidrocarburos para llegar al precio que cobra por el gas exportado, exigiera más bien que le paguen por el valor calorífico o energía obtenida de cada metro cúbico exportado. Esto es cada unidad de gas exportada convertida a BTU (energía calorífica generada por cualquier combustible) y cada BTU convertido a su precio en dólares. Lo que interesa es medir lo que efectivamente vale cada unidad exportada. Puede expresarse también en horas/hombre, o en la forma más anticuada en oro. En esto Putin tiene toda la razón, aunque no abandona el fetichismo por ese vil metal.