Los jóvenes pre-parados por y para la pandemia

 

Uno de los problemas persistentes en Latinoamérica siempre ha sido la inserción de los jóvenes en el mercado de trabajo, muchos de los jóvenes que tenían un empleo fueron despedidos y formaron parte de los 41 millones de desempleados en Latinoamérica a consecuencia de la pandemia de la Covid-19. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en los últimos 10 meses el mercado laboral ha retrocedido al menos 10 años, muchos países consideran que el impacto de la crisis generado por la pandemia no solo es algo severo, sino que puede, potencialmente extenderse en el tiempo y se estima que la coyuntura actual ocasionaría una de las recesiones más profundas, incluso más que las ocasionadas por la crisis de la deuda latinoamericana durante la década de 1980 y la crisis financiera mundial de 2008.

A esta situación se suman las altas tasas de informalidad, que durante años ha provocado escenarios críticos que obligan a millones de personas a trabajar sin la seguridad de un trabajo formal, es decir; trabajan sin seguridad laboral, sin garantías mínimas para realizar aportes para pensiones de vejez y salud, en condiciones precarias y recibiendo bajos ingresos. Los datos disponibles indican que la informalidad afecta a alrededor del 60% de los trabajadores jóvenes. Entonces 6 de cada 10 jóvenes que conseguían trabajo lo hacían solamente en condiciones de informalidad, lo cual los deja más vulnerables a despidos.

Muchos jóvenes aparte de ser despedidos de sus fuentes laborales también enfrentan las dificultades del aprendizaje en línea, en muchas regiones debido a las condiciones económicas los jóvenes se ha visto obligados a interrumpir sus programas educativos o de formación. Por otro lado muchos emprendimientos no han logrado sobrevivir al valle de la muerte, es decir el período de tiempo desde que un emprendimiento recibe su financiamiento inicial hasta que logra obtener ingresos por sí misma, e incluso emprendimientos que empezaban a surgir han fracasado debido a las externalidades causadas por la pandemia.

Esto representa un gran problema social ya que los jóvenes que dejaron de trabajar o estudiar durante la pandemia presentaron el doble de probabilidades de padecer una afección mental como ser la ansiedad o depresión, que los que siguieron en sus labores. Aumentando también el consumo de drogas y alcohol.

En el año 2016, se estimaba que 20 millones de jóvenes latinoamericanos eran parte del grupo de los Ninis (es decir los que ni estudian y ni trabajan); a nivel mundial existían aproximadamente 259 millones de Ninis en 2016, para 2019 existían 267 millones y se prevé que la cifra aumente hasta 273 millones a finales del 2021, lo que compromete aún más el futuro de los jóvenes ya que este grupo no lograría obtener capacidades técnicas e intelectuales suficientes que les permitan ingresar al mercado laboral.

Por lo que el desempleo, la informalidad y la inactividad son factores que pueden conducir a la frustración y desaliento de las personas jóvenes, el cual puede impactar a las familias, las comunidades y las sociedades en general, sobre todo para las mujeres, los jóvenes migrantes, indígenas y/o los que viven con algún tipo de  discapacidad.

¿Qué sigue ahora?

A parte de exhibir las desigualdades y vulnerabilidades, la pandemia ha sido un acelerador de las tendencias relacionadas con el futuro del trabajo, lo que podría impactar positivamente en la generación de trabajo, sobre todo en la generación de trabajo indirecto y en los sectores asociados a la economía digital, salud y educación, entre otros. Como bien describió Andres Oppenheimer en 2018 en su libro ¡Sálvese quien pueda!.

Por lo tanto muchos gobiernos buscan adoptar enfoques integrales para apoyar las políticas de mercado laboral, medidas de recuperación económica, programas de asistencia para la retención, creación y búsqueda de empleo, programas de asistencia y de empleos públicos dirigidos a los jóvenes. En cuando al apoyo de políticas de sistemas de educación y formación se están ofreciendo soluciones integrales para que los jóvenes puedan desarrollar habilidades que les permitan acceder a empleos decentes en el futuro del trabajo post-Covid-19, por lo que a través de plataformas virtuales muchas organizaciones públicas y privadas, ofrecen cursos, talleres seminarios, etc.  Para evitar que los jóvenes padezcan consecuencias adversas a largo plazo y mejorar las oportunidades de trabajo, esto se considera una prioridad ya que el inicio de la vida laboral es clave para marcar la trayectoria que tendrán las personas en los mercados de trabajo y logrando canalizar el potencial productivo se asegura un crecimiento económico sostenible e inclusivo.