LOS AGENTES ECONÓMICOS, SÓLO QUIEREN SEÑALES DE CONFIANZA

La confianza, aunque suene simple, “es la creencia en algo o alguien”. Es parte de un proceso psicológico que incide, entre otros aspectos, en la economía (y en el circuito: empresa-familia-estado).

Un ejemplo claro de lo expuesto es que, en el Sistema Financiero, cuando las Entidades de Intermediación Financieras (EIF) marchan bien, la confianza se ve reflejada en más depósitos, en un mayor número de transacciones financieras, inversiones y el uso de diferentes servicios; el Consumidor Financiero, en consecuencia, sabe que puede obtener rendimientos de forma segura. 

El uso de la moneda no es la excepción, se basa en la confianza, esto es fundamental; después de todo, el dinero (especialmente el físico) es sólo papel impreso respaldado por la expectativa de que los bancos centrales mantendrán su valor y escasez. Debido a esa confianza, las EIF sólo mantienen una fracción de sus pasivos (ahorros del público) en efectivo; lo demás, lo “colocan” en créditos, a un determinado nivel de riesgo.

En consecuencia, el comportamiento del flujo de dinero puede ayudar a comprender, entre otras cosas, el volumen de actividad económica y la confianza en el Sistema.

CONFIANZA Y BUENAS PRÁCTICAS EMPRESARIALES

Para nadie es desconocido que la confianza (desarrollada en el ámbito empresarial, laboral e interpersonal), se logra a través de la puesta en práctica  de valores como la ética y la integridad.

Si se añaden a los dos elementos expuestos anteriormente: el respeto, la imparcialidad y la “tolerancia con equidad”, los resultados pueden ser interesantes, pues, en un entorno de confianza y buen clima laboral se logran fácilmente niveles positivos de productividad.

Por ello, las mejores firmas hacen especial énfasis en demostrar confianza a sus clientes (internos y externos), así también, celan su “marca” e imagen, y apuntan a mejorar su reputación, credibilidad y estatus.

LA CONFIANZA Y EL ENTORNO ECONÓMICO-SOCIAL

Cuando las instituciones (públicas o privadas) no funcionan como está previsto, se debilita la confianza; pudiendo generar serios daños al tejido social.

Con señales positivas de confianza, las familias “gastan más”, generan demanda: compran bienes y servicios; por su parte, las empresas invierten, toman riesgos, generan empleo, negocios y comercio. Esto es básico para el equilibrio y buen desempeño de cualquier economía.

Por lo tanto, las familias y las empresas, entiéndase bien, sólo buscan señales de confianza, de estabilidad y credibilidad por parte del Estado y de sus instituciones.

CONCLUSIÓN

El crecimiento económico depende de políticas públicas bien elaboradas y de instituciones (estatales y privadas) creíbles y sólidas para estimularlo; para lograr su madurez, se necesita fortalecer los lazos de confianza entre agentes económicos.

La elección de gobernantes y el buen desempeño democrático, el accionar de entidades reguladoras y fiscalizadoras, la transparencia en la aplicación de la justicia, son claves para el desarrollo de cualquier sociedad.

Si la confianza se debilita en el transcurso de estas interacciones, la sociedad y todos sus miembros pueden verse afectados; la política se mostrará inestable, la credibilidad institucional se deteriorará y afectará, en consecuencia, al crecimiento económico, la equidad social y al bienestar individual.