DE RUSIA CON DOLOR

La ocupación de Ucrania por Rusia es una realidad compleja. Tiene muchas causas y, por lo tanto, los efectos son también múltiples. Me refiero a que Putin se coloca en una posición para demostrar que Rusia y él son poderosos. Pero juega un papel más en un gran escenario universal donde la guerra es un gran negocio y permitirá una reactivación de las economías en crisis. Crisis que no se ha superado desde la gran recesión del 2007 al 2010 (que no es lo mismo que la Bolsa de Nueva York se muestre rebosante). Crisis que, además, se ha visto profundamente agravada por la Covid19 y los trabajadores que se quedan en casa por enfermedad, temor u obligación. Además, se agudiza por los enredos en las cadenas de abastecimiento y una logística que se desespera por hacer espacio en puertos con miles de contenedores vacíos y otros miles esperando en interminables números de barcos anclados que pugnan por que llegue su turno para descargar sus valiosas cargas. Un verdadero berenjenal, que jamás se pensó sería posible en la pujante e imparable globalización de mercados. 

En un momento tan crucial para las economías industrializadas, éstas deben continuar en el gran campo de batalla del comercio internacional y en la lucha incesante por capujarse mercados. Utilizan para este lucrativo fin, múltiples trucos de mercachifles experimentados. Crean así, barreras proteccionistas, rompen murallas con precios bajos y tácticas de traslado de países de origen en la apariencia porque, en los hechos, el verdadero país de origen de la industria no se modifica. Aspectos que ha caracterizado al capitalismo desde sus albores. 

Aparece en este momento, Putin, con un afán imperial totalmente desquiciado e ingresa a esta escena con sangre y dolor. Ha exacerbado el nacionalismo al interior de Rusia y lo exacerba ahora fuera de sus fronteras. Ha respondido con un ataque cruel a una guerra civil en el Este de Ucrania; un conflicto que ya viene desde 2014, donde hay miles de rusos involucrados con deseos de desintegrar a Ucrania. El ataque es despiadado al igual que la defensa ucraniana. El más conspicuo logro económico es la necesidad, por parte de todos los países europeos, casi europeos, euroasiáticos y asiáticos, de reforzar sus ya poderosos arsenales. Con certeza la industria bélica debe estar entre las que no bajan el valor de sus acciones en ninguna de las bolsas frente, por el momento, a alicaídas cotizaciones que muestran los índices bursátiles en un precipitado desplome. Putin, en su terrorífica agresión a Ucrania ha logrado se ingrese en una angustiada carrera armamentista. La industria de la guerra es gigantesca y ahora recibe un extraordinario empujón gracias a un Putin loco por el poder y sus sueños imperiales de una tradición zarista que ya nadie puede revivir.

Si las potencias industriales de la OTAN, o la propia Rusia, no han utilizado el letal armamento nuclear que atesoran es por la aniquilación reciproca que significaría. Y, posiblemente, esta latencia continúe hasta el final del conflicto y más allá. No obstante, la otra cara de la guerra contemporánea es financiera. En esta área Rusia está siendo duramente golpeada pero no será suficiente, por el momento, para hacerla retroceder totalmente. El conflicto continuará hasta que una gran destrucción requiera una gran reconstrucción. Este tipo de guerras crean esas situaciones para que los aparatos productivos de los países vencedores se reanimen.

Girando la mirada a Bolivia, la guerra traerá mejores precios para los minerales y, por lo tanto, un mayor valor de estas materias primas que se exportan. El estaño supera ya los 21 dólares la libra fina, un precio que parecía inalcanzable. Asimismo, el oro que batió record en las exportaciones bolivianas el año pasado, ya logró los 1.946 dólares la onza troy este pasado viernes. Lo propio acontece con la soya que se acerca a los 620 dólares la TM. Esto repercutirá en la balanza comercial y favorablemente en las golpeadas reservas internacionales del país. Lo que costará más para Bolivia son la gasolina, el diésel y el trigo (harina) y los beneficios se deslucen con los costos que ocasionan. Como son productos subvencionados la gente no notará los efectos que sí hacen más onerosos, precisamente, los costos estatales de estas subvenciones.

La tragedia de la guerra ha hecho que Rusia ya no se conecte al amor como en una vieja película de James Bond, el terror de la guerra ha cambiado lo que sugería Rusia en el mundo de Hollywood. No obstante, en la economía de los países industrializados e incluso en países productores de materias primas, irónicamente, la tragedia de la guerra mejorará sus economías.